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domingo, 26 de mayo de 2019

UN MILLÓN DE GOTAS de Víctor del Árbol



Los hijos de los héroes nunca están a su altura”, admite resignado el protagonista, Gonzalo, atrapado por el recuerdo de un padre, Elías Gil, que fue un verdadero héroe capaz de sobrevivir a la tragedia soviética de Názino en 1933, a los bombardeos que castigaron cruelmente Barcelona en 1938 y al campo de concentración de Argelès en 1939. Eclipsado por ese admirable gigante, Gonzalo es todo lo contrario, pasa por la vida como si de un personaje secundario se tratara y sin tomar decisiones que pongan en riesgo su plácida existencia, pero se verá obligado a dejar atrás su imagen de abogado gris y pusilánime para investigar el extraño suicidio de su hermana, una empresa difícil que le llevará a destapar un pasado que creía superado.
Del Árbol se consolida aquí como un escritor generoso con sus seguidores, y no únicamente por las casi setecientas páginas de esta obra –una mera anécdota para el lector, que las devorará con avidez, como si de un relato breve se tratase–, sino también porque en Un millón de gotas nos ofrece dos novelas en una: la primera emparentada con la tradicional novela de misterio, con Gonzalo intentando esclarecer la muerte de su hermana Laura (entre octubre 2001 y noviembre 2002), mientras que la segunda es una extraordinaria novela histórica (entre enero 1933 y junio 1967), la que explica la vida azarosa de Elías para salir adelante en una Europa que se empeñaba, una y otra vez, en poner a prueba sus ideales comunistas. En ese apasionante argumento en el que se mezclan ficción y realidad, Víctor del Árbol recupera un episodio de nuestra historia que describe con rigurosidad y sin escatimar detalles dramáticos: la deportación de 6.000 personas a la isla de Názino, donde fueron abandonadas a su suerte por los gobernantes de la Unión Soviética.
El autor acierta también en la confección minuciosa de sus personajes, héroes y villanos a quienes las situaciones personales de cada momento les sitúan en uno u otro bando, a pesar de que, tal y como ocurre en la vida real, la línea que separa a los buenos de los malos al final pueda resultar muy difusa. Así, Del Árbol utiliza una quincena de personajes para construir su particular mapa humano, nombres a quienes otorga un pasado tan interesante que bien podrían protagonizar, por sí mismos, otra novela que sería distinta a la publicada pero, sin duda, con el mismo valor literario.


sábado, 18 de mayo de 2019

ALLÍ DONDE SE CONSTRUYEN LOS SUEÑOS de Eric Marchal




La pluma experta y magistral de Éric Marchal rinde tributo a la explosión científica, cultural y artística de finales del s. XIX con una ambiciosa saga familiar marcada por el amor, el idealismo y la amistad.Andalucía, junio de 1863. Clément Delhorme, un apasionado astrónomo, y su esposa Alicia viven en Granada, donde ella trabaja en la restauración de la Alhambra junto al arquitecto Rafael Contreras. Clément está obsesionado con hacer volar un enorme globo que permita surcar los cielos cuando llega a la ciudad un joven ingeniero, Gustave Eiffel. Pronto, los dos genios se dan cuenta que no solo les une su pasión por el progreso sino también un temperamento fuerte y una ambición sin límite. Pese a su reciente paternidad de trillizos, Delhorme no cesará en sus investigaciones aeronáuticas al tiempo que asesora al joven Eiffel, que pretende construir un puente en Portugal que franquee el Duero. Arropado por esta familia de artistas y científicos brillantes, y en el recogimiento de los mágicos jardines y las maravillosas fuentes de la Alhambra, se forjará el destino de Eiffel, quien, años más tarde, levantará la famosa torre parisina y la Estatua de la Libertad.La vanguardia une Granada y París mediante las ambiciones de los genios Delhorme y Eiffel, dos hombres dedicados a la ciencia que rinden homenaje a todas aquellas mentes que impulsaron la modernidad y el progreso a finales del s. XIX. La crítica ha dicho...
La Alhambra es el escenario de "Allí donde se construyen los sueños", la última novela del francés Éric Marchal, en la que imagina el viaje de Gustave Eiffel a Granada (sur de España), una forma de devolver a los lectores españoles el calor que recibió con su obra anterior, "El sol bajo la seda".
"Como mi último libro tuvo muy buena acogida y recibí cartas de españoles que me daban las gracias por haberles hecho descubrir esta época, quería devolverles la confianza que depositaron en mí y me dije voy a hacer una parte de este libro en España"

«Un apasionante fresco histórico en la línea de Ken Follett sobre los destinos cruzados de dos genios y sus familias.»
France Loisirs«Un gran trabajo de erudición; bien documentado y escrito.»
L'Est Républicain«El destino cruzado de dos familias excepcionales a caballo entre los siglos XIX y XX, un período exultante. Un viaje a la cuna del progreso; una época que dejó huella en nuestra sociedad actual.»


sábado, 11 de mayo de 2019

ROSA KRÚGER de Rafael Sánchez Mazas



A Rafael Sánchez Mazas se le caía la literatura como a los fumadores la ceniza. Cada vez que recuerdo a un escritor que me gusta mucho pienso de él que lo admiro más que a nadie; pero no es así; es una admiración compartida. Es verdad que, en el caso de Rafael Sánchez Mazas, fui el comprador de veintisiete ejemplares de la edición de Ocnos del 71 de Sonetos de un Verano Antiguo (© Liliana Ferlosio), en previsión de que a lo largo de mi vida quisiera regalar algún buen libro; también es cierto que cuando se publicó la primera edición de Rosa Krüger me pareció caro y esperé años hasta adquirirlo y leerlo.
Rosa Krüger es el ejemplo viviente de lo que soñó Azorín en El Artista y el Estilo; algo que parece que no es nada; algo que parece que está al alcance de todo el mundo. Pero quien se pone a escribirlo comprende que eso que parece que no es nada, es todo; que eso que parece tan fácil es lo más difícil, lo más alto, lo más delicado, lo imposible de conseguir. Y sin embargo, para Rafael Sánchez Mazas fue seguramente sencillo hacerlo como un entretenimiento, como una diversión tal vez. Y que alguien nazca con esos dones para componer literatura, y que sólo conservemos unos pocos frutos de lo que pudo escribir, de lo que pensó, lo coloca a una altura inaccesible para los demás.
El nombre de Rafael Sánchez Mazas es un problema para la sociedad española. Porque el escritor ocupa un lugar tan fuera de nuestro alcance y de nuestro entendimiento, que todos intentan ceñirse a la persona, y buscan y rebuscan circunstancias que lo hagan humano, perfectible, defectuoso. Habrá testimonios notariales que lo juzguen, pero yo digo como con todos los autores a los que he tratado íntimamente a través de su literatura: que no me sirven de nada los testimonios acerca de alguien a quien conozco y a quien amo. A mí me dió palabras hermosas, bondad, inteligencia, camaradería, lealtad, honor. No sería cabal descartar lo que yo vi por la opinión de quien dice que lo conocía. Yo he visto la herida; yo metí las manos en la llaga.
Ignoro si quien ha tenido más interés en hacer olvidar a Rafael Sánchez Mazas ha sido su familia; intenté leer El Jarama en mi pubertad y no lo conseguí y sin duda será una buena novela, pero más allá del anecdotario de ministro de Franco y de número no sé qué de carnet de la falange, las palabras de Rafael Sánchez Mazas perdurarán, de modo que podremos repetir algún día la idea de alguien cuyo nombre no recuerdo, pero que seguramente será algún escritor de la época del manierismo, que tanto admiro: "Si no es este su siglo, todos los otros lo serán".
Me gustan todos los escritos de Rafael Sánchez Mazas; durante mi juventud, creo recordar que los miércoles soñaba con la puerta secreta del jardín de La Vida Nueva de Pedrito de Andía (curiosamente el único libro que poseo de la editorial Planeta); siempre quise tener una tía Clara, un preceptor jesuita que me enseñara latín y una novia Isabel que me dijera: "Si eres tú, si eres yo, abriré". En mi memoria se mezclan los versos de "Paseo de junio" con los elefantes que traen los navegantes/de las islas Hawai o del Brasil. He respirado la sombra de los invisibles abrazos familiares que hay en el umbral de las casas viejas, he querido tener por hermanas (ay!) a aquellas dos hermanas encajeras de Flandes, y he sido feliz con eso y por todo ello, gracias, Rafael Sánchez Mazas y gracias a tu madre por guardar el cuaderno de hule negro que soñé.


domingo, 5 de mayo de 2019

POESÍA REUNIDA de Ida Vitale




Ida Vitale formó parte de la generación del 45, grupo al que pertenecieron entre otros 
Mario BenedettiIdea Vilariño o el crítico Ángel Rama -con quien estuvo casada Vitale-, grupo innovador, incluso rupturista. Durante sus estudios universitarios, fue discípula de José Bergamín, ejerció la docencia y la crítica literaria y es traductora de textos literarios y de pensamiento de diversas lenguas. En 1973 el golpe de estado en Uruguay y la instauración de la dictadura -un caso más de la atormentada historia reciente de Latinoamérica-, llevó a la poeta y a su segundo marido, el también poeta Enrique Fierro, al exilio. Más de diez años en México la ponen en estrecha relación con Octavio Paz Efraín Huerta y formó parte de la prestigiosa revista Vuelta. En 1985 regresó a Uruguay donde desempañó tareas culturales y en 1989 se instaló en Austin, Texas.

Mientras tanto, su obra poética, iniciada en 1949 con La luz de esta memoria, fue publicándose en diferentes países y con el tiempo fueron llegando los reconocimientos, entre ellos, el Premio Internacional Octavio Paz en 2009, 
el Reina Sofía en 2015 o el Premio Max Jacob en 2017.

Si bien conocia, como queda dicho, el exilio real, político, Ida Vitale se siente en realidad una “exiliada” en un mundo cuyo mapa está trastrocado -“Vuelan fronteras de un país / cuyo falso centro está en nosotros […] El norte está en el sur, / este y oeste se confunden”-, una exiliada que no tiene otro espacio al que pertenecer que el lenguaje, tal como dejó dicho en un poema: “palabra / es patria que vela por sus hijos”. En esa patria la poeta ha de atrapar lo que no se muestra a la vista, “En el aire estaba / impreciso, el poema”, lo que ha permitido a la crítica, y con razón, hablar de sus poemas como el resultado de iluminaciones y ponerla en relación con Rimbaud. Iluminaciones que se pueden hacer partir de la idea de que vivimos en la oscuridad: “La noche, esta morada / donde el hombre se encuentra / y está solo”, allí no se ve, se está “desposeído”, pero, como dice al final el poema en cuestión, lo que se va perdiendo “viene a salvarse en mí”, haciéndose palabra, música, poema.

Los poemas de Vitale se pueblan de árboles y ello habla de un imaginario de elevación, y también de pájaros, ese símbolo del poeta, que apuntan a lo mismo. Pero al tiempo de ese alejamiento de la tierra, ésta, la vegetación, el mar, etc., aparecen reiteradamente en los poemas e incluso el personaje se llega a identificar con las cosas: “¡Qué fácil desalmarse, / ser con muy buenos modos de piedra, / quedar sola, gritando como un árbol”, afirmando así una visión cósmica, de pertenencia a la vida. Hay en su obra otra serie de poemas en los que ocupan su lugar la cultura, el arte y se celebra a Matisse, a Haendel y los dedicados a ciudades.

En conjunto la poesía de Ida Vitale es, pese a “los destrozos de los días”, celebración, cántico, de la vida sin más, ya se hable de la memoria, del tiempo y su usura, de la muerte, ya se indague sobre el enigma de lo poético o se pregunte por la identidad. Al fin es la fiesta de la palabra, la de la poesía moderna, en una de las voces más ricas, más sugerentes de este tiempo.