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sábado, 29 de febrero de 2020

LA MADRE DEE FRANKENSTEIN de Almudena Grandes


Almudena Grandes (Madrid, 1960) inició los «Episodios de una guerra interminable» en 2010 y sus títulos, traducidos a más de diez idiomas, han cosechado, además del Premio Nacional de Narrativa del pasado año, el de la Crítica de Madrid, el Elena Poniatowska y el Sor Juan Inés de la Cruz.
En esta nueva novela, se cuenta la historia del joven psiquiatra Germán Velázquez, que vuelve en 1954 a España tras estar exiliado 15 años en Suiza, para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, al sur de Madrid.
Allí se reencuentra con Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, inteligentísima, que le fascinó a los 13 años. Y conoce a una auxiliar de enfermería, María, por la que se siente atraído aunque ella le rechaza.
En 1954, el joven psiquiatra Germán Velázquez vuelve a España para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, al sur de Madrid. Tras salir al exilio en 1939, ha vivido quince años en Suiza, acogido por la familia del doctor Goldstein. En Ciempozuelos, Germán se reencuentra con Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, inteligentísima, que le fascinó a los trece años, y conoce a una auxiliar de enfermería, María Castejón, a la que doña Aurora enseñó a leer y a escribir cuando era una niña. Germán, atraído por María, no entiende el rechazo de ésta, y sospecha que su vida esconde muchos secretos. El lector descubrirá su origen modesto como nieta del jardinero del manicomio, sus años de criada en Madrid, su desdichada historia de amor, a la par que los motivos por los que Germán ha regresado a España. Almas gemelas que quieren huir de sus respectivos pasados, Germán y María quieren darse una oportunidad, pero viven en un país humillado, donde los pecados se convierten en delitos, y el puritanismo, la moral oficial, encubre todo tipo de abusos y atropellos.
Una historia que transcurre «en un país humillado, donde los pecados se convierten en delitos, y el puritanismo, la moral oficial, encubre todo tipo de abusos y atropellos», indica la editorial.
Según asegura la autora en el comunicado, «La madre de Frankestein» es una novela de ficción construida sobre hechos reales: «Mi inspiración original fue, desde luego, la vida y la muerte de Aurora Rodríguez Carballeira, que parece un alucinante, incluso delirante, argumento de ficción»

sábado, 22 de febrero de 2020

STONER de Jonh Williams


John Williams ha construido un personaje sólidamente humano, tan humano que cualquiera podría contemplarse en su reflejo. Stoner es una novela sobre la integridad y la renuncia; una historia que consigue que te impliques, que comprendas, que disculpes y admires en la misma medida el estoicismo y las debilidades de este profesor al que es muy probable que ya me sienta vinculada para siempre. Stoner es, sin duda, un ejemplo de para qué sirve la literatura. Stoner se presenta como un canto a la dignidad de la vida, pese a sus miserias y a sus decepciones; como un himno a la belleza de los pequeños gestos; como una loa a los instantes de quietud y de paz. Su lectura reconforta tanto que obligará a los hombres y mujeres a retomar las páginas del libro en cuanto se les presente la menor ocasión. No lo tengan a mano cuando cojan el coche, o se eternizarán en los semáforos…Stoner de John Williams es algo más que una gran novela, es una novela perfecta, bien contada y muy bien escrita, de manera conmovedora, que quita el aliento.
El protagonista, dotado de considerable carga biográfica, es William Stoner, un joven taciturno criado en una granja de Missouri que marcha a la Universidad para estudiar Agricultura y poder así introducir mejoras en la granja familiar. Pero el destino, valiéndose de un singular profesor de literatura inglesa y de la emoción de un soneto de Shakespeare, le hará colgar el azadón en favor de la tiza y la pizarra. Resulta imposible describir mejor y con más austeridad el impacto del epifánico deslumbramiento que marcará la vida de Stoner, y que le llevará a renunciar al legado familiar en la granja, arriesgándose a ingresar en un “mundo en el que siempre estarás a punto de lograr el éxito pero serás destruido por tu fracaso” (p.32). Tampoco se puede describir mejor la conmovedora dignidad de unos padres campesinos que asisten a la deserción de su hijo con el estoicismo del labriego que se aviene a las veleidades del clima. La escena de la graduación es sencillamente perfecta: el lector palpa a esos padres apocados en la ceremonia de graduación de William, tan distantes ya de su hijo como éste de la tierra que contribuyó a labrar con sus manos. En España y más recientemente tal vez hayan sido Torrente Ballester y Antonio Muñoz Molina quienes mejor hayan sabido retratar la dignidad del labriego de antaño, educado en el saber de la intemperie.
Conecta la novela en este sentido con Las uvas de la ira en la que tan magistralmente plasmó Steibeck los efectos de la crisis del campo estadounidense en los campesinos. De alguna forma misteriosa, inadvertida, y pese al creciente ascenso intelectual de Stoner, su pasado labriego ha cincelado su carácter hasta convertido en una persona íntegra, en respetado maestro cuyo adaptabilidad –que no pusilánimidad- le capacita para encarar sin aspavientos emocionales la mediocridad de una existencia opaca en cada uno de sus sencillos frentes: matrimonio insípido, hija desapegada, relativo aislamiento social, rencores en el competitivo coso universitario, carrera profesional de corto vuelo, etc.
Lo más encomiable de la novela de Williams es su sencillez extraordinaria y engañosa, el alcance de una historia mínima contada con frugalidad, la de un hombre virtuoso (ahí es nada en estos tiempos) que sedimenta en el lector por su implícita clase magistral de sabiduría humana rematada en un final bellísimo. Un milagro que muchos escritores ambicionan y que pocos catan. Habrá que aguardar a que la editorial se decida a publicar más de este autor poco prolífico (ya saben, lo bueno si breve…).

sábado, 15 de febrero de 2020

MEMORIAS DE UNA DAMA de Santiago Roncagliolo



En este libro se nos cuenta la vida de un escritor peruano, que se parece demasiado al propio autor, en la situación de un inmigrante ilegal en España que lucha por unos papeles y también por publicar su primer libro. De pronto, tiene un golpe de suerte; una dama de la alta sociedad dominicana, Diana Minetti, le contrata para escribir sus memorias y así nace una crónica de la política centroamericana en CubaRepública Dominicana y Estados Unidos, en la que cambia el tono y el punto de vista capítulo a capítulo, y se mezclan las peripecias de un pobre peruano ilegal en nuestro país con los avatares de la oligarquía y los poderosos en esos países.

Unas memorias ligeras, afectadas, un poco snob, ingeniosas y muy divertidas, a ráfagas también descreídas y con una gotas de cinismo, que se leen con una sonrisa en los labios y el desconcierto de no saber a ciencia cierta qué es realidad y qué es ficción, qué partes son autobiográficas e históricas y qué partes han sido inventadas por Roncagliolo. ¿Hasta qué punto es cierto lo que se cuenta de Trujillo, de Lucky Luciano, de Batista, la CIA, el FBI y unos cuantos personajes reales? ¿Son las memorias de una dama o de un escritor peruano? ¿Fantasea Diana Minetti cuando le cuenta su vida a su biógrafo? ¿Nos engaña el protagonista de esta novela inclasificable? ¿O quizás es el autor el que nos toma el pelo como quiere?

Hay varios temas que atraviesan la novela como vetas de minerales preciosos, temas que resultan buenísimos, como la crítica y retrato del gran Mario Vargas Llosa, la descripción absurda y delirante de los pasos a seguir para que un ilegal pueda sobrevivir en España, la caricatura de un editor de primera fila, la descrpción de las fajitas de papel que publicitan un libro y mil anécdotas increíbles.

Hay tantos planos de realidad en este texto que no es fácil saber dónde está la verdad. Sin embargo, al final le queda al lector la sensación de que todo lo que se cuenta es más cierto de lo que parece y creo que Roncagliolo no va a poder visitar varios países caribeños en mucho tiempo, porque no sería muy bien recibido que digamos.

El caso es que tengo entendido que Diana es en realidad Nelia Barletta de Cates, perteneciente a una de las familias dominicanas más poderosas y el libro se ha distribuido sólo en tres países, sin publicidad, ni giras, y ya resulta difícil encontrarlo a pesar de estar puiblicado sólo hace cuatro años..

Un libro muy bien armado, posmoderno, fragmentario, caleidoscópico, curiosamente autorreferente porque en él se detalla cómo se ha escrito y además aparece un tal Santiago Roncagliolo, como un personaje más. Una novela genial, muy conseguida, con mucha enjundia, que mezcla géneros aparentemente tan dispares como la novela, el reportaje, la crónica, las memorias y la historia contemporánea


sábado, 8 de febrero de 2020

TOTALIDAD SEXUAL DEL COSMOS de Juan Bonilla



Totalidad sexual del cosmos parece un título bastante loco pero tiene mucho sentido, pues se trata de una cita literal de la propia Nahui que resulta útil para dar la medida de su pensamiento y su estética, para bien y para no tan bien: un concepto complejo, entre científico y metafísico, en parte ingenuo y en parte provocador, en todo caso ajeno a cualquier intento de resultar convencional. Su biografía es carne de narrativa: hija de un ministro defenestrado que inventó un tipo de fusil semiautomático, protagonista de algunas historias de amor que vivió con una impudicia que hoy reconocemos como un gesto político, mito erótico de su generación pero, qué sorpresa, minusvalorada como creadora… Aquí había una novela, desde luego, y también algunos debates pendientes.
En una decisión estructural inteligente, Bonilla plantea los diferentes capítulos como renovadas encarnaciones o mudas de piel de Carmen/Nahui, cuyas principales obsesiones son “dejar huella” y tensar al máximo su propia idea de libertad. En el último tercio del libro, descubrimos la verdadera naturaleza de la voz narrativa y así entendemos mejor el tono de enamorado que la caracteriza: en esas páginas, necesarias para que la novela adquiera sentido pleno, la mujer evocada deviene presencia más allá de su propia muerte. Ahora es una fotografía hipnótica, un tema de investigación, un capítulo reivindicable de la historia, e incluso una incorporación tardía al canon… Pero también, como advierte José Emilio Pacheco en un pasaje del libro, Nahui se convierte en un icono potencialmente comerciable, mitificable y banalizable. En fin, lo que podríamos llamar “el mal de Frida”, otra figura sin duda fascinante de la que el mercado, con excusas de un cinismo espléndido, no ha dejado ni los huesos.
Aquí es donde Totalidad sexual del cosmos obtiene su mayor éxito: su aproximación a Nahui es poliédrica y no renuncia a la ambivalencia, tal vez porque sabe que la memoria mal entendida se convierte en “el órgano falsificador por excelencia, un palimpsesto que lo que busca con tanta visita a un hecho cualquiera es deformarlo hasta que no quede nada de lo que alguna vez fue”. Para evitar semejante error, o al menos para preservarse de la tentación parasitaria, la novela concibe la lectura del pasado como una forma de amor, por lo tanto de respeto, y casi siempre está a la altura del planteamiento
Quizás la aportación más lúcida de Nahui Olin fuera el modo en que subvirtió los conceptos encorsetadísimos de “musa” o “modelo”, proclamando con toda la razón que era ella, y no el fotógrafo ni el pintor, la verdadera creadora de sus retratos y desnudos. Nada de objeto: he ahí, en esas imágenes, un sujeto que impone sus propias reglas y su propia poética. La lectura en clave feminista del personaje de Carmen Mondragón no es unívoca ni carece de pequeñas aristas, pero se impone de un modo claro en tanto que su historia permite hablar de las maternidades conflictivas, una sexualidad y corporalidad no subordinadas a la mirada del hombre ni a los esquemas convencionales del género, las trampas del amor-pasión y el pensamiento monógamo, y desde luego el borrado condescendiente del protagonismo femenino en la cultura (la homosexualidad de su esposo, Manuel Rodríguez Lozano, abre otras puertas no menos relevantes)


sábado, 1 de febrero de 2020

EL AÑO CERO de Ariadna G. García


El personaje principal (y la narradora) de El año cero es Minerva, una joven de 31 años, que en su juventud fue una atleta con una carrera relevante y que en la actualidad es bombera en Madrid. Minerva es la diosa de la sabiduría, según la mitología griega, y aquí Ariadna parece hacer un juego con su propio nombre clásico, que en la mitología griega siginifica “muy pura”, la mujer que ayudó a Teseo a derrotar al Minotauro.

Otro de los personajes principales de El año cero es Gezabel, una compañera de trabajo de Minerva. Antes de ser bombera, Gezabel era militar.

Atleta, bombera, militar…, como vemos, Ariadna elige para sus personajes femeninos profesiones que tradicionalmente se han considerado masculinas. Igual que ocurría en Inercia, sus personajes femeninos son fuertes, decididos y (como ocurre aquí con Minerva y Gezabel) idealistas.

En estas páginas aparecerá, por ejemplo un capitán de bomberos del que se apunta en la novela que piensa que las mujeres restan eficiencia al parque, o más tarde un jefe de la policía de antidisturbios que al quitarse el casco Minerva le espetará un anacrónico «Mujer tenías que ser».

El año cero es una novela que reivindica la presencia femenina en cualquier estrato social.

El año cero también es una historia de amor, que reivindica el amor homosexual femenino. Minerva es una mujer reservada que teme sufrir por amor. Se siente atraída por Gezabel, pero no sabe tan siquiera si ella se siente atraída por las mujeres.

En el pasado ya ha sufrido la intolerancia de terceros ante una relación homosexual, como en el caso del padre de su exnovia.

Minerva y Gezabel comenzarán una relación. Hasta ahora Gezabel pensaba que era heterosexual. «Mi familia es muy tradicional –se desahoga–. Nunca entenderían esto. Ni siquiera tengo claro que lo comprenda yo… Es que yo… yo no soy lesbiana, ¿sabes?», de dice Gezabel a Minerva. «El mundo no es blanco o negro», le contestará Minerva. En realidad, El año cero parece una novela escrita en contra de aquellos que piensan que la realidad es únicamente blanca o negra.
En una nota final se apunta que la novela está escrita entre los años 2014 y 2019. Aunque, como ya apunté, el tiempo narrativo nos remite a 2018, se plasman aquí muchos de los conflictos sociales que fueron muy relevantes entre 2008 y 2014. Por ejemplo, Minerva y uno de sus compañeros van a ser sancionados porque no quieren, como bomberos, participar en el desahucio de una familia.

Se insinúa también que más de una de las intervenciones profesionales del parque de bomberos en el que trabaja Minerva tienen que ver con suicidios motivados por problemas económicos, algo sobre lo que la prensa miente. Así que también se denuncia aquí la independencia del periodismo.

Otra de las grandes presencias de la novela es la corrupción: laboral y política. Desde puestos relevantes concedidos a dedo hasta tráfico de armas con países en guerra. Desde luego no se puede hablar en el caso de El año cero de falta de ambición, porque Ariadna nos habla aquí incluso de tramas internacionales con Yemen o Arabia Saudí.