En
1987, a pocos años de su llegada a los Estados Unidos, Reinaldo Arenas publica
la
novela
La loma del Ángel, reescribiendo paródica e irreverentemente una de las
grandes obras del siglo XIX cubano: Cecilia Valdés o La Loma del Ángel (1882) de Cirilo Villaverde.1 En las páginas arenianas se recrea
la historia de la joven Cecilia, mulata blanconaza, quien forma parte de la
genealogía de mujeres descendientes de Amalia, una africana traída a Cuba como
esclava,y de sus sucesivas procreaciones con hombres blancos. En estos
entrecruzamientos raciales se encierra la tragedia del encuentro/ choque entre
América y Europa, signado, entre otros factores, por la violación sexual, la
posesión, la esclavitud y el deseo. Las mulatas comprenden, muy pronto, que su
blanqueamiento, el hecho de “adelantar la raza”, les confiere cierto ascenso
social. El mestizaje, entrelazado a la esclavitud y a la historia de la
producción azucarera, foco principal de la novela de Villaverde–de corte
realista-costumbrista con altas dosis de romanticismo–, le sirve de motivo a
Arenas para echar a volar, desenfadadamente, su imaginación.
En
La loma, la mulata Cecilia se enamora nuevamente de quien no
sabe es su medio
hermano,
hijo del padre blanco que no conoce y el cual no la reconoce como hija legítima
(de ahí la locura e internamiento de su madre y el que la haya criado su
abuela). La historia termina, aunque con cambios sustanciales en el desenlace,
con la trágica muerte del amante-hermano Leonardo, en manos del mulato José
Dolores Pimienta que, enamorado de Cecilia, ejecuta la venganza.
Arenas,
en su prólogo a la recreación de la obra decimonónica, justifica este acto de
apropiación
de la escritura de Cirilo Villaverde con el hecho de que su novela excede la
conocida
lectura como cuadro de la época en cuyo centro está el tema racial. Según
Arenas:
“La
obra no es solamente el espejo moral de una sociedad envilecida (y enriquecida)
por la
esclavitud,
así como el reflejo de las vicisitudes de los esclavos cubanos en el pasado
siglo, sino también es lo que podría llamarse ‘una suma de irreverencias’ en
contra de todos los
convencionalismos
y preceptos de aquella época (y, en general, de la actual) a través de una
suerte
de incestos sucesivos” Arenas extiende así una invitación a su recreación de
la
novela de Villaverde, evocando las pautas que han denotado su propia escritura:
la
irreverencia,
la parodia, la hipérbole, el desacato.
Este
trabajo no pretende seguir la saga palimpséstica, buscar relaciones o
desencuentros
intertextuales entre la Cecilia areniana y la de Villaverde, o buscar
referentes
contrapuntísticos
con las novelas antiesclavistas cubanas producidas por el círculo
delmontino.2 Más bien, retomando lo observado por
William Luisv se examina la recreación que hace Arenas de la novela de
Villaverde a partir de su tratamiento al tema de la raza en relación a la
política racial cubana post-1959.3 Este
estudio pasa entonces por alto la
advertencia de Arenas para demostrar cómo la novela se instala
en el espacio ideológico de la revolución con el propósito de discutir sobre
identidades raciales. En sus páginas se refleja una crítica a lo
pronunciado por la discursividad revolucionaria que proclamaba la
erradicación del racismo y una sociedad inclusiva donde blancos
y negros colaboraban armoniosamente en la construcción del socialismo.