Comienza
su relato en los albores de 1962. El Contubernio de Múnich fue un punto de
partida, aunque aún no sepamos quiénes eran los supuestos doscientos españoles
que por ahí transitaban. Ese tiempo, hasta el 69, es en el que, considera
Morán, se dio un cierto florecer de la creación española. Cita dos nombres
simbólicos. Martín Santos y Max Aub,
por razones distintas. Tanto el autor de ‘Tiempo de silencio’ como el de ‘La
verdadera muerte de Francisco Franco’ vivieron una inusitada suerte de olvido
que aún está por corregir. Max Aub, parisino que decidió escribir en español,
tuvo la humarada, tras volver del exilio, de presentarse en una librería de
Madrid y preguntarle al dependiente. ¿Tienen algún libro de Max Aub? , a lo
que el muchacho respondió. No tocamos autores extranjeros . Depresión.
Y
llegaron los setenta, donde se iba apagando la conciencia crítica, pero donde
también apareció el personaje que Morán utiliza de hilo conductor para el resto
del relato. el cura Aguirre, con los años duque de Alba. Aguirre era mejor
traductor que escritor, como posiblemente sepamos. Incluso no mal editor. Pasó
del FLP a asesor del gran Pío Cabanillas Gallas (gran personaje ¡sin
biografía!) y después a director general de Música y Danza
teniendo como tenía un oído de corcho. Y luego fue duque, como
queda descrito en la crónica de la vida, resultando simbólico, catalizador,
emblemático.
Los
ochenta fueron, según criterio de Morán, los años en los que el PSOE regó la
cultura con subvenciones dando por sabido que las subvenciones se cobran.
Tú tendrás lo que quieras, pero cuando yo toque el pito te pondrás firme. Y así
ocurrió con el referéndum de la OTAN. es indudable que aquel tour de force al
que nos sometió Felipe González por no atreverse a tomar por él mismo una
decisión no se hubiese ganado sin el apoyo de los intelectuales. La presión fue
monumental, se fracturó a la intelectualidad (recuerden a Juan Benet) y los
supuestos agentes que actuaban como falso intelectual colectivo (el diario ‘El
País’) dieron la medida de sí mismos. No hay nada más corruptible que un
intelectual, recuerda Morán en su libro. ni siquiera un
banquero, que es algo más caro. En la intimidad son muy críticos, luego en la
escena pública son tan tímidos como poco audaces.
El libro es un repaso impagable. Resulta de lectura lenta. No
tengan más prisa que el propio autor en concluir la obra.
Desde acá, desde la lejanía de un país pequeño, de empresarios corruptos, de una parte de un clero corrupto, con políticos que han estado vendiendo, con una diferencia grandiosa entre los que ganan más y los que eluden hasta el pasaje en buses en busca de trabajo, miramos a tu España también con errores, pecados y dictadores en la historia, pero hermosa y frenética como la descubro a través de vídeos y noticias. Y de tus comentarios de libros de los que conozco un poquito más.
ResponderEliminarAgradecido.