Cuenta básicamente su accidentado camino hacia
la madurez como mujer, su recorrido hasta encarnar, con dudas y quebrantos, el
tipo de mujer que desea e intenta ser. En ese itinerario, hecho de esfuerzos y
sobresaltos, juega un papel determinante el amor, el cómo vivir y manejar el
amor, el amor en sus múltiples caras, el amor que trata de eludir el mandato
imperativo -para tantas mujeres de su generación- de casarse y tener hijos.
En el presente del relato, Gornick, ya madura, pasea
reiteradas veces con su madre, abocada a la ancianidad, por Manhattan.
Generalmente, discuten y se enfadan, como han discutido y se han enfadado desde
la niñez de la autora. Esa niñez y la adolescencia de Gornick, permanentemente
evocadas al detalle, constituyen el grueso del libro, su primera y mejor parte.
Gornick hace un realista y fabuloso retrato de su
infancia y juventud en el Bronx, en un edificio habitado por familias
trabajadoras y sin muchos recursos, donde destacan -en el conjunto de vecinos,
familiares y amigos- las mujeres. Tanto el padre como el hermano de Gornick,
desdibujados en la penumbra, apenas aparecen.
Por el contrario, emerge con vigor inusitado la figura
de la madre, una mujer que se entregó en cuerpo y alma a un marido chapado a la
antigua y que, al enviudar, decidió abismarse en un dolor absoluto y
paralizante del que nunca quiso salir. No es ésta la clase de vida ni de amor
que quería vivir la adolescente Gornick, ni tampoco -aunque se sentía
interpelada por su comportamiento- deseaba imitar a su vecina Nettie -tercera
gran protagonista del libro-, una atractiva y joven madre -muy poco cuidadosa
con su hijo- que, al enviudar, se entregará compulsivamente al sexo y a los
hombres.
Al filo de su experiencia universitaria, Gornick no
tiene ni en su madre ni en Nettie un modelo de mujer que le sirva de referencia
fiable y, en la segunda parte del libro -a un ritmo más rápido, con saltos
temporales más acusados-, la autora contará tres experiencias -un marido y dos
amantes, el segundo de ellos casado, de un nivel cultural inferior y de larga
duración- que jalonaron, de forma siempre insatisfactoria a la postre, la
búsqueda y encarnación -con los estudios, la escritura y el compromiso- de la
clase de mujer que deseaba ser.
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