La novela es una larga carta que la protagonista escribe a su
mejor amiga. En ella, rememora la situación que ambas vivieron desde su
adolescencia como mujeres que desean liberarse del corsé impuesto por sus
familias y su educación marroquí, más estricto aún en el caso de Naíma. Lo hace
con el interés de ayudar a otras que, como ellas, viven situaciones
dolorosamente parecidas, a pesar del paso del tiempo. En la novela, Najat
El Hachmi dibuja un panorama desolador de represión extrema sobre las mujeres,
que, desde que son muy jóvenes, se ven obligadas a cohibir sus impulsos más
elementales. Hablar con un hombre cristiano, por ejemplo, o
subir a su coche se considera un oprobio digno de castigo, como también lo es
mostrar las formas del cuerpo con ropas ajustadas, no llevar la cabeza tapada,
maquillarse, querer parecer atractiva, o trabajar en un restaurante o en una
peluquería.
El
desarraigo llega cuando estas chicas, que viven en la periferia de la periferia
de una ciudad como Barcelona y que reciben los mismos estímulos que cualquier
joven de su edad, observan el abismo que existe entre las
posibilidades que la realidad pone delante de sus ojos y lo que su rígida
formación les permite. Además, las dos protagonistas están
dominadas por un alienante sentimiento de culpabilidad que aparece cuando
conculcan alguno de los principios grabados a sangre y fuego sobre sus
conciencias.
La
obra de Najat El Hachmi es interesante en lo que tiene de
esclarecedora sobre los entresijos de una cultura escasamente conocida fuera
de su radio de acción. También porque revela la severa situación de
intolerancia que sufren sus mujeres y que supone una destacada aportación a la
causa feminista. Sin embargo, el texto resulta plano y en ocasiones parece que
su autora no lo hubiera filtrado de forma adecuada. El estilo es simple, a
veces con coloquialismos y clichés que lo afean, y que aparecen en forma de
tópicos para desencanto del lector.
Najat El Hachmi (Nador, Marruecos, 1979) ha conseguido un espacio propio en
dos ámbitos literarios que, en cierto modo, son complementarios: el del
feminismo y el de la inmigración. Su vida en la ciudad catalana de Vich le
mostró desde el principio la dificultad de abrirse paso
como mujer en un país extranjero y acrecentó en ella una sensación de pérdida
hacia Marruecos, pero también estimuló afectos de estima hacia el
lugar de acogida que expresa con claridad en sus libros. En El último patriarca (2008) se enfrenta al machismo y al conservadurismo
tradicional, y aboga por la libertad de una joven que quiere vivir sin
ataduras; mientras en Siempre han
hablado por nosotras (2019) vuelve a abordar temas como el feminismo y
la identidad, los mismos que acomete en El lunes nos querrán. Como heredera de una cultura musulmana y por su condición
de mujer, El Hachmi sabe bien de lo que habla.