La novela es, ante todo un homenaje a Pérez Galdós y a la
novela del siglo XIX. Por las páginas del libro pululan tanto el escritor
canario como la grandísima escritora gallega Emilia Pardo Bazán, amante de
Galdós y que compartían tanto gustos artísticos como literarios. Dos cráneos
privilegiados, como diría nuestro gran Valle-Inclán, además hay algún que otro
cameo como el del panadero Pío Baroja, en aquella época todavía célibe,
literariamente hablando, o Juan Valera y otros.
Estamos, pues, ante
una novela histórica que relata unos acontecimientos que fueron muy seguidos en
aquel final de centuria que no nos deparó nada bueno. Además, de los escritores
citados más arriba, por la novela discurren personalidades de la época, como el
eximio primer presidente de la República Nicolás Salmerón. “Otro gallo hubiese
cantado en nuestro país si le hubiesen dejado gobernar más tiempo”, diría el
propio Galdós de su amigo político y filósofo.
También, Madrid se
convierte en protagonista de la novela. Carlos Mayoral nos
hace recorrer la ciudad, mostrándonos algunos de los lugares más emblemáticos
de la ciudad y, también, nos enseña los recovecos por donde el lumpen campaba a
su anchas. En estos recorridos, la novela tiene mucho de costumbristas, ya que
recoge los usos y conductas de la sociedad de aquellos tiempos en todos los
sectores de la sociedad.
Refleja la novela a la
perfección, la rehabilitación y fortaleza del periodismo moderno, la creación
de ese cuarto poder capaz de derribar o poner gobiernos, en este caso en el
Poder Judicial porque la novela es una gran crítica, no solo a la sociedad de
la época, sino a un estamento corrompido casi desde su creación. En la página
346 podemos leer “España estaba y estaría podrida en su fruto para siempre”,
refiriéndose a la sentencia sobre el asesinato de la calle Fuencarral. Ha
pasado más de un siglo y sigue exactamente igual que entonces.
En la novela, se van alternando de manera discontinua
dos narradores. Uno omnisciente que controla los tempos de la narración y otro
en primera persona, cuya pluma es la del joven Melquiades. El primero es más
generalista y cuenta los pormenores de la trama y de la sociedad, mientras que
el segundo es más personal y se adentra en el interior, tanto de su alma como
de las personas que se encuentra en su camino. Perspectiva e introspección van
apareciendo cuando al escritor más le interesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario