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domingo, 14 de febrero de 2021

UN EPISODIO NACIONAL de Carlos Mayoral

La novela es, ante todo un homenaje a Pérez Galdós y a la novela del siglo XIX. Por las páginas del libro pululan tanto el escritor canario como la grandísima escritora gallega Emilia Pardo Bazán, amante de Galdós y que compartían tanto gustos artísticos como literarios. Dos cráneos privilegiados, como diría nuestro gran Valle-Inclán, además hay algún que otro cameo como el del panadero Pío Baroja, en aquella época todavía célibe, literariamente hablando, o Juan Valera y otros.

Estamos, pues, ante una novela histórica que relata unos acontecimientos que fueron muy seguidos en aquel final de centuria que no nos deparó nada bueno. Además, de los escritores citados más arriba, por la novela discurren personalidades de la época, como el eximio primer presidente de la República Nicolás Salmerón. “Otro gallo hubiese cantado en nuestro país si le hubiesen dejado gobernar más tiempo”, diría el propio Galdós de su amigo político y filósofo.

También, Madrid se convierte en protagonista de la novela. Carlos Mayoral nos hace recorrer la ciudad, mostrándonos algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad y, también, nos enseña los recovecos por donde el lumpen campaba a su anchas. En estos recorridos, la novela tiene mucho de costumbristas, ya que recoge los usos y conductas de la sociedad de aquellos tiempos en todos los sectores de la sociedad.

Refleja la novela a la perfección, la rehabilitación y fortaleza del periodismo moderno, la creación de ese cuarto poder capaz de derribar o poner gobiernos, en este caso en el Poder Judicial porque la novela es una gran crítica, no solo a la sociedad de la época, sino a un estamento corrompido casi desde su creación. En la página 346 podemos leer “España estaba y estaría podrida en su fruto para siempre”, refiriéndose a la sentencia sobre el asesinato de la calle Fuencarral. Ha pasado más de un siglo y sigue exactamente igual que entonces.

En la novela, se van alternando de manera discontinua dos narradores. Uno omnisciente que controla los tempos de la narración y otro en primera persona, cuya pluma es la del joven Melquiades. El primero es más generalista y cuenta los pormenores de la trama y de la sociedad, mientras que el segundo es más personal y se adentra en el interior, tanto de su alma como de las personas que se encuentra en su camino. Perspectiva e introspección van apareciendo cuando al escritor más le interesa.




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