Huaco retrato es un libro
sostenido por un proceso de descolonización, a la vez personal e histórico. En
el último tercio del siglo XIX, un “discreto profesor de alemán convertido de
la noche a la mañana en Indiana Jones” se queda muy cerca de ser el descubridor
de Machu Picchu. “Aunque ya sabemos cómo es eso de descubrir América y cosas
que siempre han estado ahí”, escribe la autora con su habitual sarcasmo.
Es Charles Wiener, joven judío austriaco nacionalizado francés, historiador y también
expoliador de bienes culturales, “huaquero” (“huaco” en quechua quiere decir
“templo”), cuya colección de más de 4.000 piezas robadas expone hoy en día un
museo etnográfico de París.
Charles dejó algo en Perú. “El europeo dejó un
niño peruano que a su vez tuvo 10 hijos, uno de los cuales fue mi abuelo, que a
su vez tuvo a mi padre, que me tuvo a mí, que soy la más india de los Wiener”,
escribe la autora. Y el hilo central de Huaco retrato podría
ser este temor a la falacia implícita en un apellido, el análisis del “abandono
original” que funda un linaje, pero también el desmantelamiento de una
perspectiva “blanqueada” durante siglos. “Todos tenemos un padre blanco. Quiero
decir, Dios es blanco. O eso nos han hecho creer. El colono es blanco. La
historia es blanca y masculina”. La autora continúa: “Mi identidad marrón,
chola y sudaca intenta disimular la Wiener que llevo dentro”. Por eso practica
su retrato como “huaco”. “Un huaco puede ser cualquier pieza de cerámica
prehispánica hecha a mano, de formas y estilos diversos, pintada con
delicadeza”, escribe Wiener, y “un huaco retrato es la foto carnet
prehispánica. La imagen de un rostro indígena tan realista que asomarnos a
verlo es para muchos como mirarnos en el espejo roto de los siglos”.
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