Estamos en los años 90 y suena Nirvana. Catalina llega tarde a casa. Sus
padres son muy estrictos con el toque de queda y no van a tomarse nada bien si
llega tarde a cenar un domingo. Pero los autobuses no vienen, y, presa del
pánico, decide hacer autostop... y tener suerte para que no le pase nada.
Quizás podría pensar con mayor claridad si no viniese de casa de su mejor
amiga. Quizás si el padre de su mejor amiga no hubiera hecho aquello que
acababa de hacer, Catalina podría estar más tranquila. Quizás, si no estuviera
pidiendo disculpas todo el rato por ser mujer, si su cuerpo no fuera su
enemigo... quizás todo sería más sencillo.
Su voz es especial. Rosario Villajos escribe de otra manera. Directa, en
torrente, como la cascada de ideas que se precipita desde la mente de una
adolescente que no sabe distinguir entre el amor y la atención. Un caos que
funciona como el terreno fértil en el que se planta la semilla de la duda para
aprovecharse de la cosecha.
Así, al leer, el lector tiene la sensación de estar atrapado en un río
revuelto, donde es imposible pensar con claridad, mezclando versos de canciones
con retazos de memoria, y acompañados siempre de consejos maternales
excesivamente celosos, que cercenan más que ayudan, que reprimen.
Pero la montaña rusa que es la mente de una adolescente es el punto de
partida de esta lectura apasionante. Detrás hay toda una reflexión sobre la
culpa con la que se ha cargado a las mujeres, sobre el odio hacia el cuerpo
propio, sobre la inocencia y la presión social. Sobre el machismo, invisible y
perenne, como el oxígeno.
'La educación física' se ha llevado el premio Biblioteca Breve
de la editorial Seix Barral.
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