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domingo, 26 de octubre de 2014

EL SEGUNDO HIJO DEL MERCADER DE SEDAS de Felipe Romero


La lectura de El segundo hijo del mercader de sedas (Ediciones Ubago, 1995. 7 ed. Granada: Comares, S. L., 2003), del abogado laborista Felipe Romero, te lleva por todas las calles, plazas y cerros notables de Granada de principios del s. XVII. Fue cuando finalmente expulsaron a los moros que habían sido vencidos ya hacía un siglo, hecho que (según esta narrativa) sumió la otrora espléndida ciudad en la miseria. Como dice el mercader de sedas a su segundo hijo en víspera de la expulsión,
sin ellos a esta ciudad se la comería la miseria y que su ruina duraría por siglos. Sus campos quedarían abandonados, sus ganados sin pastores, las fraguas sin herreros, sin posibilidad de construir nuevas iglesias por la carencia de alarifes, las maderas se pudrirían en los cobertizos al no haber quien las tallase, las huertas de la Vega sin buenos hortelanos que sepan llevar el agua por acequias y atarjeas, y los tejedores, los tintoreros, los tundidores, expulsados de la ciudad en la que ya no habría ni lana ni seda.
Para animar esta nostalgia por la ciudad que era, Romero ha inventado un cronista que une en su sangre las grandes corrientes históricas: "Soy el segundo hijo del mercader de sedas Esteban Lomellino; mi nombre es Alonso de Granada... y descendiente, por mi madre, de la princesa Cetimeriem y de Yahya al Nayyar, hermano del que fue rey y señor de la Alhambra Muley-Hacen…"

Alonso de Granada Lomellino, estudiando para sacerdote (porque su padre quiere que llegue a ser obispo, o por lo menos, santo), se hace discípulo de otro Alonso, Alonso del Castillo, el viejo médico y traductor de árabe, hebreo y latín, que ha impresionado sobradamente al arzobispo de Granada con sus traducciónes de antiguos libros de plomo, escritos en árabe y contando la vida y milagros de san Cecilio, un compañero de Cristo que llegó a ser martirizado en Granada. Al joven Alonso le enseña leer árabe, y más importante, la tolerancia por todas las religiones que, según Alonso del Castillo, adoran al mismo dios.

Pero el viejo traductor es en realidad un moro que no ha abjurado el Islam, sino a contrario, ha fabricado y colocado los falsos textos de plomo para convencer a los cristianos a seguir los mandamientos del Corán, como si el supuesto Cecilio (¿otro invento del viejo traductor?) hubiera anticipado por seis siglos lo que escribiría Mahoma (lavarse 5 veces al día y rezar mirando a Meca, etc). Pero se descubre el fraude y entonces la Iglesia y la Corona deciden expulsar hasta el último moro. El joven Alonso, ya canónigo, pierde a su querido maestro y el primer amor de su vida, cuando el viejo Alonso es degollado por su audacia. Ahora el segundo hijo del poderosísimo y riquísimo mercader de sedas desafía a su padre por primera vez en su vida, y rehusa acompañarlo a Italia. Prefiere permanecer en su querida pero muy castigada Granada, como simple fraile -- y su extraña decisión (renunciando las riquezas y poder eclesiásticos que su padre le había arreglado en Italia) combinado con sus nobles orígenes, hacen que tanto los aristócratas como el populacho lo tomen por santo, esperando que haga milagros.

Además de su amor platónico por el viejo falsificador de libros de plomo, el futuro santo Alonso del Amor de Dios tiene dos amores carnales en su larga vida: la primera con una morisca de 13 años (afortunadamente, no le deja descendencia) y, años más tarde, un joven y guapo novicio, Alberto. Pero aparte de eso, pasa casi toda su vida entre un estupor religioso y la hipnótica observación de su paisaje.



domingo, 19 de octubre de 2014

LOS GIRASOLES CIEGOS de Alberto Méndez


          Un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña embarazada y vive una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses; un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último, un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la sangre purificadora del vencido. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota.
            Algo más de cien páginas que se hacen inmortales y que hacen  inmortal a un autor ya fallecido y que no podrá dejarnos más que cuatro perlas. Según como se mire, el lector puede darse por muy satisfecho del mismo modo que puede también sentirse con una sed infinita de más historias de ese calado y contadas de esa manera exactamente. Un placer de libro que inevitablemente recuerda a Juan Rulfo por su brevedad y por su maestría y que invito a que disfruteis como yo lo he disfrutado.


domingo, 12 de octubre de 2014

MEMORIAS de Alberto Insúa



                Es una de las obras fundamentales de Alberto Insúa, que en realidad se llamaba Alberto Galt Escobar». Los tres tomos de estas memorias «muy copiosas» se redujeron entonces a un solo libro, dividido en tres partes: «Mi tiempo y yo», que trata del conflicto entre Estados Unidos y España por la colonia de Cuba; «Horas felices. Tiempos crueles», que hace referencia a la experiencia de Insúa como corresponsal en París durante la Primera Guerra Mundial; y «Amor, viajes y literatura», que relata las relaciones del escritor con el «mundillo madrileño de la época, su ambiente, sus calles, sus actrices, sus dramaturgos y sus toreros».
Según Santiago Fortuño, «no hay muchos escritores que tratan del tema de la cubanidad, del mestizaje y del desastre del 1898 como lo hace Insúa. Una vez en España, le tocó vivir una época literaria protagonizada por una nutrida generación de escritores, poetas y ensayistas encabezados por Unanumo, Valle Inclán, Baroja o Azorín». Para Fortuño, el autor de «El negro que tenía el alma blanca» y «Humo, dolor y placer», «es un autor prolífico y muy diverso, que tuvo un gran éxito en su época. Fue prologuista, traductor, político (fue gobernador civil en Málaga, en 1930) y periodista para publicaciones como «Los Lunes de el Imparcial», «El Liberal», «Blanco y Negro» y «ABC». Hoy sus «Memorias» son casi inencontrables, cuando es una obra que resucita un mundo no tan lejano del que somos herederos».


domingo, 5 de octubre de 2014

ALCALÁ DE LOS ZEGRÍES de Ricardo León


              Novelista español de la primera mitad del siglo XX 1977 - 1943. Sus novelas representan la literatura católica, patriótica y ultraconservadora, opuesta a la tradición liberal de Pío Baroja. Por ello recibió duras críticas y fue considerado un novelista reaccionario.
                Literariamente, aunque con nuevos matices, su narrativa representó la continuación de las fórmulas realistas decimonónicas. Conservador y católico, siguió también en lo formal las huellas de Pereda y Alarcón. Sus obras son en su mayoría narraciones castizas y tradicionalistas cuyo propósito principal es la exaltación religiosa y patriótica, dentro de un formalismo arcaizante que trata de recuperar el espíritu del Siglo de Oro, aunque en ocasiones aparezcan inquietudes relacionadas con el pensamiento de la Generación del 98. Su estilo pretendía ser una versión modernizada de la prosa castellana clásica, pero en conjunto resulta ampuloso, declamatorio y arcaico
                En su momento, sus obras superaban el millón de ejemplares de venta y, sin embargo, en este momento apenas lo conoce nadie. Alcalá de los Zegríes esa un pueblo andaluz en el que se desarrolla una trama de amor en cuyo desenlace es la más rancia moral la que se impone por obra y gracia de un confesor, produciendo un drama humano en el que todos los protagonistas se convierten en víctimas de la moral católica.