La biografía de Ana María
Moix, más allá de todo, es la literatura. Y por dentro, la poesía. Ella
fue poeta. Quizá, en eso, algo descreída de sí misma
(como exhibe también el inteligentísimo Félix de Azúa). Pero poeta, finalmente.
Anduvo en el origen por sendas paralelas a las de Leopoldo María Panero, aunque
encontró bien un sitio propio que abandonó en silencio cuanto antes. En eso
mostró, pronto, un rastro de naturaleza caída. Y, sin embargo, La Nena estuvo
siempre del lado de la poesía. Era una partidaria de la felicidad. Y una
ciudadana atenta y finalmente indignada. Quiso decirlo en su 'Manifiesto
personal'
«Ni ensayo ni reportaje a
pie de calle ni estudio sociológico, estas páginas responden a un simple y,
para mí, incitante deseo de reflejar por escrito una visión personal de las
preocupaciones, vicios morales particulares y públicos, males sociales y
políticos, apatía y otras taras anímicas que, a mi modesto entender, se han
abatido sobre la sociedad civil española en los últimos años. Agravado por la
crisis actual, el deterioro de la vida, particular y pública, de la ciudadanía
no es una novedad ni un fenómeno achacable únicamente a la presente penosa
situación económica, sino que –al igual que la hecatombe financiera– viene de
lejos. Mi intención, al emprender la escritura de este libro hace
aproximadamente un año, no fue elaborar un estudio ensayístico sino intentar
captar, simplemente, cómo vive la gente de hoy en nuestro país, qué problemas
les quitan el sueño o qué ilusiones les impelen a seguir bregando con un día a
día cada vez más dificultoso y en muchísimos casos, demasiados, dramático.»
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