Un prodigioso libro de
memorias, que es a la vez un certero retrato de un país, la España de antes y
después de la guerra; de una fascinante familia de intelectuales, escritores y
artistas, los Baroja, y del itinerario vital e intelectual de su autor. Los Baroja
se divide en dos partes, la primera, titulada Los personajes, se centra en la
infancia del autor, y allí aparece un niño con unas dotes de observación dignas
del mejor novelista; asoman prodigiosamente recreados los personajes familiares
que lo envolvían, sus abuelos, sus padres -el editor Rafael Caro Raggio y
Carmen Baroja- y sus ilustres tíos -el escritor Pío y el pintor Ricardo-;se
describen los espacios en los que habitaba, el mundo rural y austero de Vera de
Bidasoa y el agitado Madrid de la llegada de la República; y aparecen también
las primeras lecturas que le abren a ese niño inquieto y curioso nuevos
horizontes... La segunda parte, que cubre los años que van de 1936 a 1956,
retrata la España desolada de la posguerra y la evolución profesional del
autor, interesado por la antropología, el folclore, la historia y la
lingüística, su interés por la inquisición y la brujería, sus viajes por África
y América
En
1957, poco después de la muerte de su tío Pío, Julio Caro Baroja sufría una
intensa crisis espiritual. Como consecuencia de la misma, comenzó a ver el
mundo desde la sepultura. La soledad inundó su día a día y, con apenas cuarenta
y tres años, se consideraba un hombre sin salud ni energía suficiente. Fue
entonces, al sentir que tenía más personas queridas en el otro lado de la vida
que en éste, cuando decidió escribir unas memorias. Con todo, catorce años
después regresaría la obra para revisarla, cuando sus dos sobrinos le
insuflaban cierta ilusión en el porvenir. Sin embargo, continuaba considerándose
un ser humano con escasa vitalidad. Una caracterización que puede llamar
poderosamente la atención a aquellos conocedores de la extensa obra de un
intelectual a quien no se le escapó ninguno de los principales temas de nuestro
pasado, desde los moriscos a los judíos, pasando por el sorprendente mundo de
la brujería o la transgresión del carnaval. Sin olvidar tampoco sus numerosos y
trascendentales trabajos sobre los vascos y su laberinto identitario, gestados
desde la privilegiada mirada que le ofrecía Itzea, el caserón comprado por su
tío Pío en el pueblo navarro de Vera del Bidasoa, donde acabó sus días en
1995. Y es que Caro Baroja fue un investigador incansable, disciplinado y
racional, quizá debido a la frágil salud de la que tanto se quejó.
Sea
la opinión que tengamos sobre el personaje, el regreso de este volumen a las
mesas de novedades es la confirmación de que nos encontramos ante un importante
clásico del memorialismo español. Los Baroja es
una narración que trasciende lo personal y lo familiar y se convierte en un
relato sencillo de toda una generación y una época. Por sus páginas circulan
actores señalados de la vida intelectual española, pero también multitud de
personas anónimas que vivieron entre la Segunda República y la posguerra.
Además, el lector podrá acercarse mejor al temperamento y la personalidad de
las dos divergentes líneas familiares del autor y los lugares por los que
transcurrió su vida, donde se enfrenta el amor filial por Vera y sus constantes
desencuentros con Madrid. En definitiva, son los recuerdos de un liberal que
defendió y soñó que la conciencia individual fuese la base de la acción
política y social. Un programa nada impreciso cuando una inmensa mayoría odiaba
la libertad o, al menos, la ajena.
Como
investigador concienzudo e interesado en la vida de muchos de los sujetos
históricos sobre los que trabajó (no puedo dejar de señalar el delicioso El señor inquisidor y otras
vidas por oficio), Caro Baroja llegó a asegurar en diversas
ocasiones que la labor biográfica era una de las grandes tareas humanísticas.
Releyendo este texto se tiene la firme convicción de que cualquier persona a
cierta edad debería comenzar a escribir su autobiografía, a pesar de las
posibles dificultades del empeño. Estas memorias son un imprescindible
testimonio entre la vida y la muerte de una época decisiva en la que, como el
propio Caro reconoce, todos sus protagonistas se hundieron en una charca.