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domingo, 9 de octubre de 2016

POR SENDEROS QUE LA MALEZA OCULTA de Knut Hamsun



Por senderos que la maleza oculta es la postrera obra de Knut Hamsun, uno de los escritores más relevantes de la literatura noruega. Escrita al final de su vida, cabalga entre el diario y las memorias, sin pertenecer a ninguno de los dos géneros, y reúne una serie de anotaciones fragmentarias y dispersas que recogen sobre todo reflexiones, pero también anécdotas o recuerdos.
En 1949, el mismo día en el que recibió la sentencia del tribunal noruego que le juzgaba por un supuesto delito de traición a la patria, Hamsun, un anciano de ochenta y nueve años que había pasado de ser el escritor más amado de su país al más odiado, escribió la frase final del manuscrito que se convertiría en su último libro, Por senderos que la maleza oculta: «San Juan 1948. Hoy el Tribunal Supremo ha dictado sentencia, y yo acabo mi escrito». Había comenzado a escribir en mayo de 1945, el mismo día en el que él y su esposa fueron arrestados.
En este libro, mezcla de ficción y autobiografía, Hamsun, internado en un primer momento en una residencia de ancianos, y más adelante en la clínica psiquiátrica a la que fue trasladado en un intento de justificar sus hechos pasados mediante la locura, describe sus paseos, sus encuentros con la gente, sus recuerdos de infancia, así como reflexiones sobre su situación.
Además de una muestra incuestionable de la gran potencia narrativa de Hamsun, la obra es un documento único para conocer los argumentos del escritor en aquel proceso al que se vio sometido por su apoyo al régimen de Quisling en la Noruega ocupada por los nazis desde 1942 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Una parte fundamental de la obra es su alegato de defensa ante el Tribunal.

De sus apuntes se desprende que, con más de ochenta y cinco años, le preocupaba poco el castigo al que la sociedad y la justicia pudieran someterle; hacia el final de su vida, su entorno apenas era un marco en el que se sucedían las estaciones, mientras Hamsun estaba volcado hacia su interior, rumiando recuerdos y meditando sobre su vejez. Tal vez porque, además, la mayoría de la gente seguía demostrándole un enorme reconocimiento por su relevancia como escritor.

««El esplendor global que el Premio Nobel dio a su nombre me llenó de auténtica satisfacción personal; en mi opinión, nunca antes alguien mereció tanto recibir este galardón.»»
Thomas Mann


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