Memoria de unos ojos pintados (título
que alude a la costumbre de Germinal de pintarse la raya de los ojos y que
denota la personalidad del personaje así como un gesto definitivo en su vida)
es una buenísima lectura, una lectura inteligente no apta para todos los
públicos por su dureza, y también por su ternura.
A raíz del encargo de un guión
para un amigo, se puso a escribir y sintió la necesidad de contar cosas. El
resultado es esta novela vertebrada por la historia de Germinal y David,
criados juntos y que juntos descubren la vida, el amor y la amargura. Porque
más allá de la descripción de los años de la II República, la lucha, los
ideales, atropellados por el estallido de la guerra, las batallas y los
escarnios, queda el amor incondicional de los dos amigos. Un amor que todo lo
puede y que no es truncado ni siquiera por la muerte. No importa la
homosexualidad, no importan la distancia ni el dolor.
Por otra parte, no deja de sorprender la
magnitud de esta novela para un hombre acostumbrado a escribir pequeñas
historias, pues eso son las canciones; el hilo narrativo de esta obra para un
poeta. Así, es evidente que Lluís Llach está dotado del
don de la escritura. La estructura narrativa de esta novela se basa en la
conversación del viejo Germinal con un director de cine interesado en hacer una
película sobre esa época. De esta forma cada grabación forma un capítulo que se
construye como un relato breve de la historia lineal que va narrando el
protagonista. Son numerosos los personajes que aparecen, cada uno con su
correspondiente importancia en el argumento, perfectamente caracterizados y
desarrollados todos ellos. La narración destila un realismo impresionante, con
el uso de una prosa sencilla, directa, y descripciones de una gran fuerza e
incluso crudeza. Pero también cuenta con pasajes de belleza extraordinaria,
especialmente los dedicados a hablar de ese microcosmos que era la Barceloneta
(que Llach tan bien conoce y
recrea) y de los sentimientos de los personajes. La despedida de la amiga que
emigra a Argentina con sus padres, la visión del padre como un ser superior, la
gente que llega desorientada a la estación de Barcelona, los bombardeos, la
muerte de la otra amiga, los encuentros sexuales, los soldados en la batalla
del Ebro, o David en el pelotón de fusilamiento. Imágenes que se quedan
grabadas en nuestra retina aunque solo sean palabras. La venganza final es
quizá la escena más novelesca, pero no desdice del conjunto argumental, incluso
sirve para aumentar el dramatismo y contribuir al sabor agridulce que nos deja
finalmente esta magnífica historia. Una pequeña redención para el atormentado
protagonista
No hay comentarios:
Publicar un comentario