Todo libro que intente
revisar un aspecto concreto de un período histórico debe contar al menos con
una teoría y una aportación inédita. Carmen Martín Gaite cumple la norma y
establece que los años cuarenta se encuentran marcados por el signo del miedo al
exceso, el miedo a gastar demasiado, propiciado por las consignas de
racionamiento lanzadas por el régimen, "tiene un desplazamiento semántico
en el uso amoroso; al menos esta es mi teoría". En el capítulo de nuevas
aportaciones, la escritora afirma, en torno a las consecuencias de unos usos
amorosos impuestos, regidos por códigos rigurosos que no se pueden esquivar,
que lo más grave de todo no es, como se ha venido afirmando de forma reiterada
y machacona, que haya habido una represión, sexual, que existió, sino que se
diera una represión de la amistad, que en mi opinión es la que genera el
amor"."Lo peor", afirmó la escritora, "no es que los
condicionamientos sociales, religiosos o políticos hicieran imposible que un
hombre y una mujer se acostasen, sino que impedían que se conociesen". De esbozo,
análisis precario o pequeña cala en
el tema motivo de la conferencia calificó Carmen Martín Gaite su aportación al
conocimiento de los usos amorosos en los años cuarenta. Fue un análisis del
lenguaje utilizado, de las etapas que jalonaban el largo proceso que llevaba de
la primera mirada a la presentación, pasando por los primeros paseos, la
declaración y la boda. "Códigos rigurosos e inesquivables, ritual impuesto
en las relaciones amorosas que te podías saltar, pero cayendo en la
marginación". A continuación expuso lo que se podría llamar las fases
físicas de una relación amorosa que en condiciones normales deberían de
concluir en el matrimonio. "Una era el juego de miradas, por ejemplo, en
el que se iniciaba la primera elección, aunque esas miradas nunca eran
secretas, pues eran advertidas por todos los presentes. Era el único momento en
el que los jóvenes podían expresarse sin grandes restricciones. Después venía
la declaración, fase que no se resolvía inmediatamente, sino que a veces daba
lugar a esperas prolongadas. Y más tarde llegaba él noviazgo, que quedaba
legitimado con la entrada en casa de la novia".
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