Incapaz de encontrar editor para la versión inicial y más explícita de El bosque de la noche, Djuna Barnes accedió a que su amiga Emily Coleman y su editor, T. S. Eliot, cortaran fragmentos —desde una palabra hasta pasajes de tres páginas— para dar con la versión «publicable» que vio la luz en 1936. La especialista Cheryl J. Plumb ha estudiado y publicado la novela restituyendo el material eliminado y la redacción y puntuación original, ofreciendo al lector en español por vez primera la versión íntegra de este gran clásico del siglo XX.
El bosque de la noche recibió inmediatamente críticas elogiosas. The Spectator la comparaba con la obra de Virginia Woolf; Lawrence Durrell decía: «El hecho de ser contemporáneo de Djuna Barnes es un motivo de felicidad»; Graham Greene escribía: «Una escritora dotada de una asombrosa capacidad expresiva… Una riqueza espontánea de imágenes y de alusiones, una umbría fecundidad del habla, alarmante e irresistible como la mar brava», y Dylan Thomas sentenciaba: «Uno de los tres grandes libros en prosa que jamás haya escrito una mujer.»
Era una perfeccionista, pero extremadamente desorganizada. Llegó un momento en que permitió que un joven amigo la ayudara en sus asuntos financieros y en ordenar sus poemas. Con ello se hizo un pequeño avance. A los noventa años, un mes antes de su fallecimiento, tuvo que ser internada en un hospital por desnutrición. No se sabe si dejó de comer por olvido o si su ayuno fue voluntario. Si se quiso ir como quien se enfrenta al amanecer.
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