Si no pareciera un algo perturbador de la limpidez anecdótica de
Clara Sánchez, diría que nos hallamos ante una narrativa metafísica. Porque los
relatos que tienen esta condición suelen ser oscuros y ahogan la espontaneidad
de la narración en la selva de las ideas. Nada más alejado de nuestra autora
que este enfoque tan típico de las letras centroeuropeas. Ella, por el
contrario, diseña una línea anecdótica en apariencia sencilla y la va colmando
con dosificados misterios. Estos misterios llegan con trazos impresionistas y
constituyen una serie de datos que valen como símbolos enigmáticos del mundo
corriente. Nos hallamos muy cerca del “bosque de símbolos” del que hablaba
Verlaine. Y el gran hallazgo de Sánchez radica en componer unas historias
eficaces y emocionantes que descansan en el arriesgado soporte de un simbolismo
impresionista, tal vez el territorio más inhóspito para la ficción.
A ello se llega no por la vía, que parecería la más lógica, de
la abstracción, sino por la insólita de los sentimientos y el testimonio. De
hecho, buena parte de últimas
noticias… apenas parece otra cosa que un documento
costumbrista acerca de unas células urbanas características de nuestros días,
esas urbanizaciones cercanas a la metrópolis con su Híper, su Zoco y su colmena
de chalés adosados y pareados. Por ese espacio cerrado -algo de su latido
recuerda el desasosegante relato kafkiano La madriguera, aunque no guarde relación directa
con él- circulan unas gentes con unas actitudes y una moral propias también de
nuestra época. De este modo, la novela tiene también un sentido pleno como
reconocimiento de unos modos de vida -comportamientos y ética a la vez- de
total actualidad.
El testimonio se acompaña poco a poco de otra clase de fenómenos
que apelan a lo enigmático. Hay en la novela una inclinación contenida hacia lo
fantástico y todo ello remite a los eternos dilemas de la naturaleza humana y,
al fin, a nuestra problemática inserción en la vida, en general. El relato
sigue los desvelos cotidianos de Fran, un muchacho de la urbanización, también
narrador. Sin forzar esa peripecia central, la historia se va cargando de
motivos: el deseo, la añoranza de lo que no existe, el amor, los sueños, las
apariencias, el laberinto, la memoria… Todos caen bajo la incertidumbre del
tiempo, que Fran formula en términos semejantes a los del famoso poema de
Wallace Stevens: todo, pasado y presente, está presente en el tiempo futuro.
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