Partiendo de una exhaustiva documentación, Mayoral plantea unos
hechos sobre los que aún existen demasiadas incógnitas y recrea la amistad que
unió a un joven discípulo musical y a Federico García Lorca, en la antesala de
la Guerra Civil, en la Granada republicana, cuajada de actividades artísticas,
que contrasta con el panorama gris y los desmanes represivos de la inmediata
posguerra.
A través de una acertada conjunción de personajes históricos y
de ficción, Carlos Mayoral nos ofrece un acercamiento intenso, repleto de
emoción y bien documentado a ese momento que permanece en la memoria colectiva
de todos los españoles. Los lectores somos testigos, también, de momentos
cruciales de nuestra historia cultural reciente. Entre otros hechos,
acompañamos a Federico García Lorca a la entrega del manuscrito de Poeta en Nueva York y
a la primera lectura privada de La
casa de Bernarda Alba.
Por la novela desfilan personalidades reales de la época como
Rafael Alberti, Manuel de Falla, Miguel Cerón, Felipe Ximénez de Sandoval, que
nos ayudan a situar a Federico García Lorca en su contexto y a dar un mayor
volumen psicológico a su personaje
Un adolescente Germán Monteverde acompaña a su padre jornalero,
Enrique, a visitar a distintos hacendados para los que recoge el tabaco por las
plantaciones de la Vega de Granada. Una tarde veraniega de 1935 irán a la
Huerta de San Vicente, la casa de Federico García, uno de los señores para los
que trabaja. Un frondoso jardín, cuajado de jazmines, rosales y granados, les
abre paso a una distinguida casona blanca. Es la primera vez que el joven
Germán pisa una finca de estas características. Los hacen aguardar en el salón,
rodeados de muebles oscuros, tapices, retratos. Al tiempo, una melodía de
piano, que parece parte de un ensueño, envuelve los objetos y llega morosa a
los oídos de Germán, que disfruta de la música. Al teclado estará Federico
García Lorca y ese encuentro cambiará el destino del joven, cuando el poeta
llegue a ofrecerle generosamente darle lecciones de piano.
No puede saberlo aún. Los vientos de la guerra no se habían
desatado en la Península, con su ola de crímenes, de desgracia. Pasados los
años, en la terrible década del cuarenta, Germán malvive en la trastienda del
estanco de la señora Barcina, viuda de guerra, que le ofrece camastro, manta y
garbanzos. La miseria la sortea gracias a la solidaridad de los viejos vecinos
y al estraperlo, como tantos otros. Pero en su camino se cruza el capitán
Nestares, agresivo y prepotente, del que se rumorea que tuvo en sus manos la
vida y la muerte de Federico. Otra vuelta de tuerca del destino se pondrá en
marcha cuando el capitán cruce el umbral del estanco de Barcina para detener a
Germán acusado de contrabando.