El documentalista Diego González se
muda a Barcelona. Desea una vida tranquila, pero su pasado lo atrapa por haber
sido el causante del encarcelamiento de un capo del narco mexicano.
Diego
González es un documentalista que habla dormido. Está casado con una sonidista
que trata de descifrar lo que dice en sueños. Se muda a Barcelona, pero el
pasado lo alcanza como una pesadilla. La visita de un viejo conocido, el
periodista Adalberto Anaya, trastoca su reciente tranquilidad. Anaya #quien ha
vigilado a Diego durante años con la atención casi desmedida de un admirador#
lo culpa de haber hecho un documental para entregar a un narco. Diego se ve
obligado a lidiar con este enemigo que es, al mismo tiempo, su único aliado. La
tierra de la gran promesa es una metáfora del México contemporáneo. Una lectura
amplia sobre las entretelas de la corrupción y la vida íntima donde las
verdades se pronuncian al dormir. Una reflexión sobre la forma en que el arte
influye en la realidad y en que la realidad distorsiona al arte. Una novela tan
política como personal que mantiene a Juan Villoro como un testigo excepcional
de nuestro tiempo.
La película de Wajda es el punto de partida de esta
narración: ardió en la Cineteca de Ciudad de México en 1982, cuando los
protagonistas de la novela de Villoro viven aún sus sueños de juventud. Digamos
que es precisamente este incendio, probablemente provocado, el que desencadena
el motor narrativo de esta novela, y también el comienzo de la desilusión de
sus protagonistas.
Ahora demos un salto temporal hasta el año 2014. El
protagonista de esta novela, el documentalista mexicano Diego González, viaja a
Barcelona para filmar una película sobre matemáticos. Lo ha contratado un
“mefistofélico” productor, Jaume Bonet, procaz vestigio de la gauche divine catalana. Éste es quizá el proyecto
menos ambicioso de González, un documentalista serio, arriesgado y solemne,
conocido por su entrevista a un capo de la droga, El Vainillo, que
condujo (voluntaria o involuntariamente) a su detención.
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