Una nueva traición. Esta vez no de idioma sino de
que parezca que lo acabo de leer cuando la primera vez fue antes de 1970, en la
edición de Sudamericana que os presento y que ya entonces fue la bomba. Hay
quien afirma que el manuscrito fue rechazado en España. Vaya ojo clínico. La
segunda fue el año pasado, ya en libro electrónico y por puro gusto. Qué
monstruosidad. Pasará Aracataca, pasará Barranquilla, pasará incluso, Cartagena
de Indias, pero quién y cómo se olvidará de Macondo, que ya forma parte del
imaginario universal. Quien olvidará a Aureliano Buendía y a su lucha por
conseguir la paga que él cree merecer por sus méritos sobrados en el campo de batalla
o a Úrsula Iguarán, la abuela convertida en una muñeca con la que jugaban los
nietos echándosela el uno al otro.
Y todo esto para
conmemorar que Gabriel García Márquez, Gabo, acaba de morir. Todo el mundo lo
ha dicho. Ha sido primera plana de todos los periódicos y no es para menos.
Hemos visto de nuevo a Gabo, a propósito, con impoluto esmoquin blanco,
recogiendo el Premio Nóbel, allá por 1982. No es su única obra, ya lo sabemos,
pero qué grande. Ha muerto su autor, es cierto, como murió Cervantes en su día,
o algunos otros, no muchos, pero Gabo sigue vivo y agrandándose a medida que va
pasando el tiempo y es lícito que así sea porque los faros que da la vida están
ahí para eso, para alumbrar, para orientar, para que quien vaya a perderse los
mire y encuentre el Norte.
¿Recordais aquellas
palabras de Federico, dirigidas a Ignacio Sánchez Mejías también en su muerte?
Con ellas quiero terminar esta sencilla semblanza:
Tardará mucho tiempo en
nacer, si es que nace,
Un andaluz tan claro,
tan rico de aventura.
Hay que agradecer a Gabo lo mucho que ha hecho por la literatura. Nos enseñó que la única barrera que hay que superar es la que uno mismo se impone. Y él con su palabra rompió esquemas, y nos mostró todo aquello que encontró en su camino.
ResponderEliminarUn abrazo.