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sábado, 18 de julio de 2015

Y TODOS ESTÁBAMOS VIVOS de Olvido García Valdés




Y todos estábamos vivos, de Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950), documenta una peculiar mirada al mundo: una mirada que no pretende acuarelar lo observado, ni recamar la página de estribillos o analogías, sino sugerir el espasmódico bullir de lo real. Por eso sus versos abundan en ojos –“los ojos que se es”– y en referencias pictóricas, que dan cuenta de la formación estética de la autora, pero también del acto asombrado de contemplar. Nada rehuye la pupila de la poeta: su ojo-palabra recae en todos los objetos, en todos los rincones, aunque no sea imposible esbozar la arquitectura de sus intereses. Un amplio grupo de poemas plasma escenas naturales, asociadas, por lo general, a momentos germinativos o de vivificación. En estos breves paisajes destacan los pájaros, símbolo de libertad, y tópico caro a otro notable poeta del siglo, José Ángel Valente. Un poema de la sección “Lugares” dice así: “El trajín de los grajos que se van y vuelven / como si hubieran errado. Nada / mejor que hacer que mirar pájaros, / si no es mirar árboles, / ahora que son ramas de grumos, materia / de luz tierna casi líquida, / vegetal y violenta...”. Junto a la observación exterior de un cosmos cíclico y no necesariamente hostil, García Valdés practica la observación entrañada: pinta entonces sonámbulas escenas cotidianas, atravesadas por cosas comunes, por instantes sin relieve, pero también por paradojas e irrealidades, que conforman un espacio onírico y abisal, como teñido por una ardentía lechosa: una cuadrilla de albañiles con monos azules alzan sus andamios en la casa; una mujer limpia con gasóleo un pavimento ajedrezado; otra se dirige a la estación, bajo la lluvia; alguien arranca malas hierbas en un huertecillo situado “en la salida de la M-40, dirección A-6, / en los desmontes entre la autopista y el acceso”. El sueño se entrevera a menudo con estos vislumbres, construyendo un mundo de planos superpuestos y de promiscuidad perceptiva, y reforzando la sensación de extrañeza. Un tercer polo temático es la mujer, a veces desdoblada en madre, por cuya presencia, vigorosa y desamparada, revela la poeta un interés singular. 


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