Es uno de los grandes
personajes de la cultura europea del pasado siglo, y lo es porque a la calidad
de sus novelas y ensayos hay que añadir una larga e infrecuente actividad
política. Malraux une reflexión y acción, y lo hace de forma tan intensa que la
interrelación de los dos conceptos es evidente tanto en su vida como en su
obra. Sus juveniles años en Camboya, en donde participó en una misión
arqueológica, y su incuestionable simpatía hacia la revolución china revierten
en la excelente novela, La condición humana (1927). Años más tarde, siempre dentro
de su incesante actividad, participa con las Brigadas Internacionales en la
Guerra Civil española. Sus dotes narrativas, su capacidad de observación y su
sentido solidario con quienes considera que defienden la libertad y dignidad
humanas encuentran en La esperanza, su mayor y personal homenaje. Malraux
publica esta novela siendo aún militante del Partido Comunista Francés, una
militancia que abandonará poco después, en 1939, perplejo ante el pacto que
establecen Hitler y Stalin: la convicción de sus ideas es más fuerte que las
decisiones políticas, lo que no le impide volver a la acción participando en la
Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial. Acción, reflexión, dos
constantes en la vida de quien desde responsabilidades más sedentarias
(participó durante años en diversos gobiernos, siempre con el general De
Gaulle) mantuvo en todo momento la fe en el ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario