Antonia nació en enero de 1930,
pertenece a esa generación que, además de sobrevivir a la Guerra Civil,
aprendió a convivir con la miseria de la posguerra. Nieves Concostrina (Madrid, 1961) lleva años rumiando la
historia de Antonia (editado por La Esfera de los Libros, parte del grupo
Unidad Editorial), un perfil con el que pretende que nadie olvide que nuestro
bienestar se lo debemos a los niños de la posguerra. "Es una más de los
cientos de miles de españoles que no conocieron la tranquilidad hasta los 60,
se dejaron la piel para sus hijos no sufrieran su historia", comenta la
autora sobre su primera novela, que en realidad, empezó por un diálogo real.
- ¿Cómo vas a contar que he estado en la cárcel y que me pasaba días sin
comer? Se va a enterar todo el mundo, pero qué vergüenza.
- Antonia, yo no siento vergüenza de tu historia, siento admiración.
Hay una verdadera Antonia que alimenta
esta novela, retrato de una época en la que las mujeres "eran auténticas buscavidas". "Eran dóciles
porque el analfabetismo les impedía defenderse, pero el conocer sus carencias
las ayudó a superarse".
Para Concostrina, Antonia es su libro "más especial. Llevo muchos años
con esta historia en la cabeza, no sabía cómo empezar hasta que la verdadera
Antonia me preguntó cómo mirar la sección de economía en mi iPad para saber
cómo iban sus 'gugles'. Es una mujer que pasó de tener la calle como única
escuela, que dejó de ser analfabeta a los 60 y se puso a jugar en Bolsa con
70".
Toda la novela trascurre en Madrid y
narra desde el nacimiento de Antonia, el día de Reyes de 1930, hasta la
actualidad. Un relato muy estudiado de la sociedad de aquel momento gracias a
las distintas historias que se entrecruzan y tejen una visión global de lo que
ocurría en España. "He intentado hacer un homenaje a esa generación, una mezcla de picaresca, miseria y trapicheos. Antonia no fue a la
cárcel por cometer un delito grave: vendía cigarrillos en las esquinas. Aunque
por su clase social tenía que casarse de negro y a las siete de la mañana en un
rincón oculto de la Iglesia, se saltó todas esas convicciones sociales y se
casó a mediodía de blanco impoluto. Todas estas historias me han permitido dar
un toque de humor al drama... La guerra fue durísima, y la posguerra, más. Para
toda esta gente, que son nuestros padres y abuelos, esta crisis es una broma.
Nosotros no sabemos lo que es pasar hambre"
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