Cuatro por cuatro arranca con la historia de un grupo de chicas,
lideradas por Celia, que se han fugado de un colegio pero que son atrapadas y
devueltas a la institución. El colegio del que huían, el Wybrany College, es un
internado completamente incomunicado del exterior y destinado a los hijos de
familias acomodadas, los únicos que pueden aspirar a salvarse de un mundo en
descomposición en el que la vida en la ciudad se ha hecho imposible. Pero el
Wybrany College también acoge a los llamados «especiales», chicos becados cuyos
padres trabajan al servicio del proyecto. Las relaciones entre ambos grupos y
entre ellos, los profesores y los miembros de la Dirección –el Sr. J., la Culo
o el Guía– internarán al lector en un microcosmos dominado por la manipulación
y el aislamiento. Con una narrativa fragmentaria, indirecta y muy depurada, la
primera parte de la novela es una suerte de enigma cuyo sentido se completará
más adelante.
En la segunda parte de
la obra la perspectiva cambia con la irrupción de Isidro Bedragare, un profesor
sustituto que va recogiendo en un diario su particular visión de los hechos que
ocurren en el extraño internado, y que a su vez también esconde un secreto.
Narrada con un
peculiar estilo que juega con la insinuación y las zonas de sombra, el lector
irá descubriendo en la novela un universo literario autosuficiente, inquietante
y enigmático, definido por unas normas propias que apelan a las relaciones de
poder entre los distintos personajes y una violencia sórdida, latente, siempre
a punto de estallar.
Con esta excelente
novela, Sara Mesa ahonda en la construcción de un espacio literario propio,
siempre en los límites de la realidad, con personajes marcados por la
desolación y la impotencia, el humor soterrado y un sutil poso crítico. Cuatro por cuatro es, en realidad, un canto a la libertad mediante la
mostración de su reverso: la opresión, el aislamiento y el miedo al exterior
generan monstruos.
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