Este libro es una de las
obras más importantes de la literatura española contemporánea. Elogiada desde
su publicación, se han realizado numerosas impresiones de Madrid, de Corte a
checa. En 2001, fue seleccionada por el diario El Mundo como una de las mejores
novelas en castellano del siglo XX. Narrada a través de los ojos de un joven
falangista madrileño, esta novela, con tintes autobiográficos, se divide en
tres partes: -En la primera, "Flores de lis", se narra la
desaparición de la monarquía tras las elecciones municipales de 1931, ante la
previa desidia y frivolidad de los que se supone deberían ser sus más acérrimos
defensores. -La segunda parte, "Himno de Riego", se inicia con la
proclamación de la república, una república esperanza de muchos y pesadilla de
otros. Las familias distinguidas alargan sus veraneos en su "exilio"
en Francia a la espera de acontecimientos que aclaren la situación del país.
-La tercera parte, "Hoz y martillo" transcurre durante los años 1936
y 1937; se narran los avatares de los distintos personajes, envueltos en la
sinrazón de una ciudad irreconocible en la que la violencia y la barbarie
campan por sus respetos.
Fue la novela natural de un aristócrata monárquico que
se había muerto de miedo en el Madrid rojo. "El día 21 de julio estuve a
punto de ser fusilado. Eran las cuatro de la tarde cuando oí gritos y
blasfemias y empezaron a golpear la puerta con las culatas. Di orden al ama que
abriera y entraron ocho facinerosos que me apuntaron", escribe a su
hermano, en una carta incluida en el volumen presentado ayer.
Madrid, de corte a checa fue la obra cumbre de un autor que una tarde de 1933 se despidió de
sus coqueteos con literatos que exploraban formas nuevas (García Lorca,
Alberti...) y abrazó decididamente el credo que le acercaba a un mundo perdido.
"José Antonio mejoró mi espíritu. Lo maduró y me salvó del peligro de las
tertulias derrotistas y sovietizantes", afirmó. Foxá, recuerda Luis
Alberto de Cuenca, que prologó una antología de poemas en 2005 para Renacimiento, echaba
de menos el aroma del antiguo régimen: "Pensaba que la Revolución Francesa
lo había echado todo a perder, era un reaccionario en el sentido clásico".
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