La fascinante historia de un hombre y una mujer que se amaron por
encima de credos y fronteras en una época marcada por la intolerancia y el afán
de conquista.
Yago es
un muchacho ciego que, junto con su padre, se une a la Corte que los Reyes
Católicos, inmersos en su cruzada contra los infieles. Se han instalado en
Sevilla y la cocina de los Reales Alcázares se convierte en su mundo, un
presente gris y monótono del que el joven escapa con los ojos de la
imaginación. El azar lo llevará a descubrir su verdadera vocación: la música.
Pero no todo es amable a su alrededor: Oreste Olivoni, el despótico encargado
de las obras del palacio real, siente una profunda animadversión hacia él y
hacia su padre y no duda en ejercer su influencia para hacerles la vida
insoportable.
Mientras
Yago avanza hacia la madurez, los Reyes Católicos prosiguen con su afán de
Reconquista. La captura del rey Boabdil supondrá un cambio importante en la
vida del joven músico. Al lado del Sultán de Granada, Yago descubre la
existencia de otro mundo más allá de las fronteras del reino cristiano, lejos
de la terrible amenaza de la Inquisición. Quizás en él se encuentre la
verdadera felicidad. Toma la decisión de refugiarse allí, en los sensuales
jardines del harén, abiertos para él debido a su condición de invidente donde
conoce a Nur, la rebelde y bella hermana de Boabdil. Entre ambos surge una
atracción incontrolable, arrolladora e incomprendida por todos, pero destinada
a perdurar por encima del odio que enfrenta a ambos pueblos.
Una novela que recrea espléndidamente las contradicciones de una
guerra en la que se mataba en nombre de Dios. Una historia inolvidable que nos
demuestra que el amor posee más fuerza que el odio o la venganza, y es la única
llave capaz de abrir las puertas del auténtico paraíso.
Ciudad de Fez, 1533
Han
de saber vuestras mercedes que mi nombre es Sâmeh, que en lengua musulmana
quiere decir «El que perdona». Hubo un tiempo en el que fui conocido por Yago,
hijo de Esteban el Pucelano, nacido y bautizado en la ciudad de Valladolid. Si
por mis actos me hice más adelante merecedor del honorable nombre de Sâmeh sólo
podrán decidirlo si tienen a bien posar sus ojos en el relato de los asombrosos
acontecimientos que me dispongo a perpetuar en estas páginas. Algunos de ellos
les parecerán sacados de los cuentos de Las mil y una noches. Confío en que
Dios, que me concedió la gracia de aprender a leer y escribir, me ayudará a dar
fiel testimonio de los turbulentos años en los que los reyes cristianos, Isabel
de Castilla y Fernando de Aragón, unidos por el sagrado vínculo del matrimonio,
decidieron concluir con la misión anhelada por tantos otros antecesores suyos:
unificar España bajo una misma bandera y una misma religión y borrar del mapa,
y del recuerdo de los habitantes de la península Ibérica, la presencia de esos
que llamaban infieles, aquellos que la habían convertido en su hogar durante
más de siete siglos.