Una joven cree reconocer a
su madre, que la dejó en manos ajenas de niña para irse a Marruecos, de la que
no ha vuelto a saber nada y a la que da por muerta por noticias indirectas: se
le aparece ahora, en un vagón de metro, en la persona de una mujer estrafalaria,
de expresión ausente, vestida con un descolorido abrigo amarillo. Este
encuentro, tras el que la joven sigue disimuladamente a la mujer hasta el
remoto barrio en que malvive, abre las compuertas de los recuerdos de una
infancia difícil y desgraciada, primero con su madre, medio actriz medio
aventurera, que intentó convertirla en estrella infantil (de ahí el nombre
artístico que le inventó: Joyita), para abandonarla luego en casa de algunas
conocidas de vidas más o menos vidriosas. En un París frío y hostil, en blanco
y negro, donde se gana la vida cuidando de una niña que quizá no es hija de la
turbia e indiferente pareja con la que vive, creándose así una atribulada mise
en abyme, una Joyita que ya sólo se llama Martine vaga en busca de una identidad
y un amparo que halla en parte, al azar de encuentros fortuitos, en un
traductor y una maternal farmacéutica cuya ayuda la pone quizá en los umbrales
de un renacimiento, tras un intento de suicidio.
Una vez más, con los materiales de su desconsolada infancia y con la barrera de contención de un lenguaje austero tras el que late la angustia, Patrick Modiano recorre los bandazos de una vida joven sin asideros, perdida en la geografía parisina; una vida que el autor ya bosquejó en 1982 en Tan buenos chicos, y cuyo retrato ahora completo se integra en ese universo coherente, misterioso, instantáneamente identificable, hecho de eternos retornos y fragmentos recuperados de la corriente de la memoria, cuyo vaporoso y atmosférico embrujo ha capturado ya a tantos lectores sin remedio.
Una vez más, con los materiales de su desconsolada infancia y con la barrera de contención de un lenguaje austero tras el que late la angustia, Patrick Modiano recorre los bandazos de una vida joven sin asideros, perdida en la geografía parisina; una vida que el autor ya bosquejó en 1982 en Tan buenos chicos, y cuyo retrato ahora completo se integra en ese universo coherente, misterioso, instantáneamente identificable, hecho de eternos retornos y fragmentos recuperados de la corriente de la memoria, cuyo vaporoso y atmosférico embrujo ha capturado ya a tantos lectores sin remedio.
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