Angelika Schrobsdorff
(Friburgo, 1927) nos acompaña por la biografía de su madre, de soltera Else
Kirschner, una mujer apasionada y apasionante de la pequeña burguesía judía de
Berlín. En el momento de escribir y de comprender las motivaciones y el contexto
de su poco convencional progenitora, la autora nos sitúa entre 1893 y
1949. Caos
afectivo, impetuosidad, contradicciones, fulgor y sufrimiento son
los conceptos que brotan de la narradora de esta historia real al describir a
Else. La joven decidió vivir la vida siempre al límite. Amó de manera
desordenada a tres hombres, que convivieron a veces bajo el mismo techo. Vivió
buscando momentos de gozo y creyó que era alemana por derecho propio, por
encima de las cuestiones de credo.
Las circunstancias le mostrarían que estaba equivocada. Su existencia organizada en torno al amor y a “la compulsión de mantenerse siempre despierta” comenzó a desmoronarse cuando las fuerzas irracionales del nazismo se dirigieron a la destrucción del mundo judío. La hecatombe empieza con un colapso nervioso y la decisión de huir a Bulgaria.
Hay que recordar que la autora de estas memorias sobre su madre, teñidas por lo autobiográfico, ha estado casada con Claude Lanzmann, director de Les temps modernes, amante de Simone de Beauvoir, y autor de Shoah, documental imprescindible sobre el Holocausto.
Comprendemos que Schrobsdorff quiere articular una historia individual que representa la personificación de un tiempo devastador que se abatió sobre los judíos, incluso sobre quienes pretendían vivir alejados de las convicciones religiosas de sus familias.
Estamos tan enganchados en el devenir de la trama, en la estructura sostenida sobre saltos temporales, en los desarrollos psicológicos de la contradictoria heroína y sus no menos contradictorios amantes, que aceptamos que los procedimientos de observación son los propios de una novela fuera de lo común, absolutamente absorbente y densa.
Las circunstancias le mostrarían que estaba equivocada. Su existencia organizada en torno al amor y a “la compulsión de mantenerse siempre despierta” comenzó a desmoronarse cuando las fuerzas irracionales del nazismo se dirigieron a la destrucción del mundo judío. La hecatombe empieza con un colapso nervioso y la decisión de huir a Bulgaria.
Hay que recordar que la autora de estas memorias sobre su madre, teñidas por lo autobiográfico, ha estado casada con Claude Lanzmann, director de Les temps modernes, amante de Simone de Beauvoir, y autor de Shoah, documental imprescindible sobre el Holocausto.
Comprendemos que Schrobsdorff quiere articular una historia individual que representa la personificación de un tiempo devastador que se abatió sobre los judíos, incluso sobre quienes pretendían vivir alejados de las convicciones religiosas de sus familias.
Estamos tan enganchados en el devenir de la trama, en la estructura sostenida sobre saltos temporales, en los desarrollos psicológicos de la contradictoria heroína y sus no menos contradictorios amantes, que aceptamos que los procedimientos de observación son los propios de una novela fuera de lo común, absolutamente absorbente y densa.
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