Contra el
viento, el último trabajo de
ángeles Caso (Gijón, 1959), que cuenta ya con una trayectoria asentada y
señalados reconocimientos, como la condición de finalista (en 1994) de este
mismo premio, con El peso de las sombras. Más de quince años de dedicación que se dejan ver en la
voluntad de estilo con la que se hace cargo, ahora, de un asunto narrativo que
toma su sustancia de la realidad de muchas historias de mujeres inmigrantes que
afrontan los avatares de ese infortunio luchando “contra el viento”; con la
voluntad de quien se niega a masticar la derrota de su mala suerte, de un azar
que reparte la buena o mala fortuna de nacer aquí o allá. Apostar por una
invención nutrida de una realidad tan real representa un desafío del que no es
fácil salir airosa, como no es fácil el inevitable arrastre de tópicos y
lugares comunes, y sin embargo ángeles Caso logra un testimonio tan amargo y
descarnado como cálido y edificante. Mucho más, sin lugar a dudas, que un
dibujo convincente de la fatalidad.
El modo de encarar la narración apuesta por una estructura planeada como un viaje hacia delante y un único registro, que se deja sentir en la voz de una mujer española frenada por el peso de muchas sombras que fueron lastrando su voluntad y su carácter. Su presencia sirve de contraste y a la vez de puente con la de Sao, la joven de Cabo Verde en quien descubre, frente a su reducida existencia, a quienes viven bajo el signo de la degradación, y aún así prefieren equivocarse a encogerse y prescindir de anhelos vitales básicos. “La cuestión -afirma Amos Oz en la cita que sirve de arranque a la novela- es qué hace cada uno con las cartas que le han tocado”. La vida de Sao, desde sus primeras renuncias obligadas hasta la decisión de proyectar en Europa un posible horizonte (con parada en Portugal y España), es la jugada de quien nunca cuenta con la suerte a su favor y siempre está dispuesta a seguir apostando. De ahí que su peripecia vital ambicione una vida digna, amor, un hijo por el que luchar. Y el coste incluya hambre, miedo, humillación, agresiones fortuitas, el límite del sufrimiento… Su historia, avivada por la de otras mujeres que se cruzan en su camino, (Jovita, su madre Carlina, la maestra doña Natercia, doña Benvinda, Liliana, Zenaida,…), se impone a ninguna otra clase de artificio. Porque logra entrar de verdad en la verdad de esa historia.
El modo de encarar la narración apuesta por una estructura planeada como un viaje hacia delante y un único registro, que se deja sentir en la voz de una mujer española frenada por el peso de muchas sombras que fueron lastrando su voluntad y su carácter. Su presencia sirve de contraste y a la vez de puente con la de Sao, la joven de Cabo Verde en quien descubre, frente a su reducida existencia, a quienes viven bajo el signo de la degradación, y aún así prefieren equivocarse a encogerse y prescindir de anhelos vitales básicos. “La cuestión -afirma Amos Oz en la cita que sirve de arranque a la novela- es qué hace cada uno con las cartas que le han tocado”. La vida de Sao, desde sus primeras renuncias obligadas hasta la decisión de proyectar en Europa un posible horizonte (con parada en Portugal y España), es la jugada de quien nunca cuenta con la suerte a su favor y siempre está dispuesta a seguir apostando. De ahí que su peripecia vital ambicione una vida digna, amor, un hijo por el que luchar. Y el coste incluya hambre, miedo, humillación, agresiones fortuitas, el límite del sufrimiento… Su historia, avivada por la de otras mujeres que se cruzan en su camino, (Jovita, su madre Carlina, la maestra doña Natercia, doña Benvinda, Liliana, Zenaida,…), se impone a ninguna otra clase de artificio. Porque logra entrar de verdad en la verdad de esa historia.
No sé porqué no realizo los comentarios a tus entradas. Claro, es un descortesía más aún cuando no dejo de leerlas, de aprender y de conocer a una o un escritor en su obra. Mientras tanto, algo avergonzado, recibe mi abrazo.
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