Carnés,
encubierta tras la lúcida mirada de Matilde, sabe que está en el bando de los
perdedores incluso antes de haber perdido una guerra. El estilo capta lo que la
escritora piensa del mundo: roto, voraginoso, lleno de ruido… La visión de la
pobreza no es idílica ni buenista, sino violenta, corruptora y sucia. Sin
embargo, no se deposita en el individuo toda la responsabilidad de sus buenas o
malas acciones. Porque Carnés no es católica: reivindica la utopía comunista
subrayando el significado de la solidaridad. Tampoco ve con buenos ojos a
quienes rentabilizan el relato de la pobreza, la apología del origen humilde.
De esa lección deberíamos aprender los escritores de la crisis, que a veces
transformamos la lacra social en eslogan.
Carnés
utiliza la literatura como arma cargada de futuro sabiendo que en su destreza
para controlar la clave retórica reside su eficacia. Literaria y política. Es
precioso el pasaje donde cuenta por qué las mujeres pobres no se alegran con la
llegada del verano mientras la fina desnudez de las mujeres pudientes se exhibe
en playas cosmopolitas. En la novela se evidencia el peso literario de lo
concreto: las horas de jornada laboral, la cantidad de brioches, las exactas 10
pesetas del salario, la insistencia en el número en los tiempos de escasez.
La
novela-reportaje como género sintetiza la observación naturalista de la
experiencia laboral auténtica, los diálogos de magnetofón con sus entrañables
laísmos madrileños, con la esperanza utópica del lenguaje de vanguardia, las
girándulas de Guillermo de Torre, los poemas de grúas de Salvat-Papasseit, el
cubismo, la máquina y la reducción metonímica de la persona a su traje que tan
atinadamente resume esa denuncia de la deshumanización, la razón
físico-matemática y la lógica economicista, que está en la raíz de las poéticas
del 27. También como los autores del 27, en Carnés se percibe cierta influencia
cinéfila que cuaja en una crítica —alienación de las obreras fascinadas por los
actores que van al Tea Room— y un procedimiento: la cámara congela con rapidez
opresiva al hombre travestido, la mantenida por un viejo, la encargada, la
adaptable Antonia, la beatona, Marta y sus hurtos, Laurita y su ingenuidad de
novela que la convertirá en carnero sacrificial… Poliedro dramático de mujeres
que tienen todas las de perder. Las cosas terribles suceden con la naturalidad
con la que suceden las cosas terribles en las sociedades inhumanas: abortos
practicados con la varilla de un paraguas roñoso, mujeres prostituidas, obreros
muertos, despidos… Tea Rooms se
cierra con un interrogante: “¿Cuándo será oída su voz?”. Carnés se refiere a la
emancipación proletaria. Los lectores sospechamos que, habida cuenta de los
últimos acontecimientos nacionales e internacionales, nunca hemos dejado de
estar sordos.
Una entrada intersante para pensar
ResponderEliminarGracias por tu comentario te lo he contestado...paremos un poco la vida y comencemos a soñar
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