Se trata de un texto que
utiliza los códigos de la novela negra. La historia es demasiado sencilla,
con algunos pliegues que no cierran y sin demasiado misterio que
resolver. A su vez, los personajes son bastante prototípicos (el psicópata
moralista, el investigador duro que sólo se ablanda ante la belleza femenina,
la chica seductora). Sin embargo, a pesar de estos puntos flojos, la novela
resulta muy rica y muy entretenida de leer. Ambientada en Lima, Cueto
desarrolla la habilidad de acercarnos-como al pasar- a modismos, ambientes
sociales, caracteres psicológicos, todo esto sin que nos demos cuenta, sin
resultar forzado (algo que no es nada fácil de lograr). La novela
hace gala de una sutileza y un ritmo muy destacables. Sobre su escritura,
transcribo una cita de la reseña de Ernesto Ayala que me parece de lo más
pertinente:
"Cueto sí se muestra
arriesgado y desafiante es en el estilo. A diferencia de un realista más
decimonónico como Vargas Llosa, Cueto recurre a la oración corta, muy escueta y
sin vueltas, en la línea habitual de la novela negra. Sin embargo, y he aquí el
interés, sobre la base del fraseo simple y directo, se las arregla para
despegar el lenguaje de cualquier sombra avara o telegráfica, para tomarse
licencias poéticas de una respetable ambición, que nunca enturbian o hermetizan
lo dicho, sino que lo hacen reverberar. Por ejemplo: "En el asiento del
taxi, Boris da un nuevo salto. Están en el malecón, junto a varios montones de
maleza. El aire líquido se confunde con el vacío del mar. Las luces del micro
que avanza en dirección contraria le hacen un guiño". Contar con agilidad
y máxima economía, y al mismo tiempo utilizar un lenguaje rico, denso,
metafórico, que no peque de ostentoso, sino que se muestre como otra forma de
ser justo y preciso, no es una ecuación sencilla, y en este terreno Cueto
obtiene sus mejores logros".
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