En su dimensión colectiva se
imponen las personalidades históricas que han promovido los conflictos bélicos
entre serbios, croatas y bosnios en las repúblicas
independientes que sucedieron a la desmembración de Yugoslavia tras la muerte
de Tito. Los personajes históricos que dominan el plano colectivo son tres:
Slobodan Milosevic, presidente de la República de Serbia, Radovan Karadzic, presidente
de la República Srpaska, y Ratko Mladic, coronel destacado en la guerra de
Serbia con Croacia y ascendido a general del ejército serbio en la guerra
contra Bosnia, donde su fanatismo y locura lo convirtieron en el sanguinario
carnicero de Srebrenica, lugar de horror y muerte de miles de soldados y
civiles indefensos, entre los cuales había hombres, mujeres, ancianos y niños
bosnios, musulmanes y también serbios.
En el plano individual sobresale la figura de Ana Mladic, amada
hija del citado criminal de guerra, en su cuidada evolución psicológica desde
el amor y admiración hacia un padre cariñoso hasta el gradual descubrimiento
del psicópata que llevó hasta el paroxismo su fanatismo destructor en Bosnia.
Acorde con el desarrollo de estos dos planos, la construcción de la novela
sigue la alternancia de capítulos en los que se va distribuyendo la información
en ambas vertientes, con una convergencia final muy lograda. En los capítulos impares, tras un comienzo
que anuncia la tragedia final, se desarrolla la evolución de Ana desde su
ingenuidad juvenil hasta su gradual descubrimiento de las atrocidades de su padre,
sobre todo a partir de un viaje con otros amigos a Moscú.
En rigurosa alternancia los capítulos pares ofrecen la narración
biográfica de las fulgurantes carreras políticas de los nuevos dirigentes en
las repúblicas balcánicas. Todos llevan títulos que
comienzan siempre con “Galería de héroes” y después el nombre del protagonista
del capítulo. Es un acierto que la serie comience con el Príncipe Lazar porque
con la presencia relevante de aquel rey medieval que libró y perdió la batalla
de Kosovo contra los turcos la novela se inflama con un aliento épico (y
bárbaro) que luego descubre sus tonos más sombríos en sus herederos de finales
del siglo XX, que son los tres criminales de guerra citados.
Y a partir del capítulo 12, pasada la mitad de la novela, se
inicia la convergencia de ambos planos, con progresivos hallazgos de Ana sobre
los horrores de su padre y la revelación, igualmente bien graduada, de Danilo
Papo, hijo de judío muerto en Sarajevo y exiliado en Londres, como narrador de
la novela en su plano colectivo e incluso de los capítulos centrados en Ana y
su entorno, contados por un narrador omnisciente en tercera persona, pero que
bien puede ser el mismo Danilo, pues, como dice al final, “ quien esto escribe
un día se tropezó con la noticia de la trágica muerte de Ana Mladic
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