Doris Lessing (1919) es una de las personalidades
literarias más representativas del convulso siglo XX, por su compromiso social
y político, su independencia personal e ideológica, su capacidad de reflexión y
espíritu crítico y por habernos legado todo ello de forma magistral en El cuaderno dorado (1962),
uno de los exponentes de mayor interés de la creación literaria occidental del
siglo pasado.
El cuaderno dorado se publicó en el Reino Unido en 1962, pero a España no llega traducido hasta 1978, en una edición de Noguer: la censura no habría permitido su publicación durante el franquismo. Se trata de una novela “de ideas”, que contiene, precisamente, la experiencia vital del medio siglo transcurrido.
Adopta una estructura compleja, una especie de enfoque caleidoscópico, con diversas perspectivas que conjuntamente proporcionan un significado unitario. Consta de una novela que lleva por título “Mujeres libres” y cuatro diarios: el cuaderno negro, el cuaderno rojo, el cuaderno amarillo y el cuaderno azul. Al final, se añade el cuaderno dorado.
El cuaderno dorado se publicó en el Reino Unido en 1962, pero a España no llega traducido hasta 1978, en una edición de Noguer: la censura no habría permitido su publicación durante el franquismo. Se trata de una novela “de ideas”, que contiene, precisamente, la experiencia vital del medio siglo transcurrido.
Adopta una estructura compleja, una especie de enfoque caleidoscópico, con diversas perspectivas que conjuntamente proporcionan un significado unitario. Consta de una novela que lleva por título “Mujeres libres” y cuatro diarios: el cuaderno negro, el cuaderno rojo, el cuaderno amarillo y el cuaderno azul. Al final, se añade el cuaderno dorado.
No deja de ser sintomático de su complejidad que, 9 años después
de su publicación, la propia escritora Doris Lessing tuviera que escribir un
prefacio para su obra maestra: “El
cuaderno dorado”, reconociendo su frustración ante las
opiniones críticas que había suscitado su obra:
“Por razones de las que no voy
a hablar, tempranas y valiosas experiencias en mi vida de escritora me dieron
un sentido de perspectiva acerca de los críticos y comentaristas. Pero a propósito
de esta novela, El cuaderno dorado, lo perdí: pensé que en su mayor parte las
críticas eran demasiado tontas para ser verdaderas. Recuperando el equilibrio
comprendí el problema. Y es que los escritores buscan en los críticos un álter
ego, ese otro yo más inteligente que él mismo, que se ha dado cuenta de dónde
quería llegar, y que le juzga tan solo sobre la base de si ha alcanzado o no el
objetivo. “
Está claro que los críticos se
perdieron en este remolino postmodernista y simplificaron en exceso un mensaje
más ambicioso y más allá de lecturas feministas. Afortunadamente, con el
tiempo, se ha puesto justicia a su legado literario y es una de los pocos
escritores vivos que tiene en su haber el Nobel y el Príncipe de Asturias.
La premisa de la obra es
sencilla pero muy original en su momento (y me atrevo a decir que incluso
ahora). El personaje, Anna Wulf, es una escritora, una “mujer libre” que,
tras el éxito de su primera novela, sufre el ya consabido bloqueo del escritor.
Siente que la realidad se desmorona a su alrededor, la rodea un caos que no
puede abarcar, que le desestabiliza y necesita encontrar una forma de
superarlo: encontrar un orden.
Y la forma que utilizará para
hacer esto es fragmentar su vida y escribir esos fragmentos en diferentes cuadernos:
negro, rojo, amarillo y azul.
En el cuaderno negro: Anna Wulf
como escritora, la británica se encargará de demoler el discurso
literario:
“Hoy he vuelto a leer lo
anterior por primera vez desde que lo acabé. Está lleno de nostalgia en cada
palabra y cada frase, aunque cuando las escribí creí que eran objetivas. Pero
¿nostalgia de qué? No lo sé.”
La nostalgia se convierte en “mediador” de lo que escribe, tiñe todo lo que
está escribiendo; ¿de verdad podemos confiar en el lenguaje? Está claro que el
lenguaje es tan falible que no podemos fiarnos del discurso literario.