Hay comarcas en España que
tienen una densidad de población inferior a las más deshabitadas de Laponia o
del norte de Finlandia, ya en las soledades del Círculo Polar Ártico. Más de un
siglo ya de divagadores palabreros especulando sobre el ser de España, sobre su
existencia primigenia o su inexistencia absoluta, aunque también opresora, o
sobre la distancia secular que nos separa de Europa, y nadie ha parecido
fijarse en su hecho diferencial más cierto, en su definitiva seña de identidad
—por seguir usando el dialecto de la época—: lo que distingue a España, ahora
igual que en el siglo XVI, la diferencia con respecto a Europa que atormentaba
a los fantasmones del 98, es una cosa muy simple, que se explica con cifras y
no con palabras: España es un país en gran parte deshabitado. Lo observaron los
viajeros románticos del XIX, pero ya lo habían advertido mucho antes los
emisarios extranjeros del XVI. En Europa, ya entonces, el campo estaba punteado
de pueblos y campos fértiles, de caminos transitados, de bulla comercial.
España, salvo unos cuantos núcleos situados sobre todo en la periferia,
sorprendía a quien la visitaba por sus espacios enormes, sus serranías en las
que abundaban los animales salvajes y los bandidos. España parece menos inmensa
y vacía por un malentendido cartográfico: cuanto más al norte están los países,
más los agranda la proyección de Mercator, al proyectar en un plano
bidimensional la esfera terrestre. España es el país menos poblado de toda
Europa, incluyendo la Europa del norte glacial. También es el país en el que
más bruscamente se pasa de la superpoblación a la nada, de las periferias
comerciales y residenciales de las metrópolis al puro desierto.
Un libro extraordinario de
Sergio del Molino, La
España vacía, uno de esos libros que llegan a ser algo muy original
por el camino de ser varias cosas muy distintas al mismo tiempo. Es un ensayo
histórico, pero también es un relato de viajes, unos cuantos de ellos en el
espacio y otros en el tiempo, viajes reales en coche por las carreteras del
país y viajes por los libros y por las películas, y a la vez es una confesión
personal, el testimonio de alguien que mira su país desde la perspectiva exacta
de su generación y de su tiempo.