Las Crónicas... son tres
historias de tres mujeres. En la primera, Delia, de 42 años, se enfrenta a la
muerte de su madre de 62, que aparece ahogada y vestida tan sólo con un costoso
sujetador. A partir de ese momento (es impresionante comprobar cómo fija ya en
el primer capítulo el tono de rencor y autoindagación de la hija) asistiremos a
un descenso interior desde la soledad y el desamparo, llevada con extrema
dureza, ante un fondo de dolor y abandono. Delia, en su desdicha personal,
reprocha a su madre; no es que no la quiera, es que su imagen le molesta porque
ella no ha conseguido llegar a ser mejor y eso la obsesiona. A la dureza de la
situación se une la sordidez en los detalles, recordados morbosa y morosamente
en lo que es un ejercicio de reconocimiento de la propia identidad lleno de
descripciones muy físicas, casi táctiles.
Los
días del abandono cuenta la historia de Olga, a la que su marido acaba de dejar, sin
más explicaciones, con sus dos hijos. Toda la obsesión es el empecinamiento en
saber por qué la ha dejado, lo cual es la forma de no aceptar un hecho que
hunde su autoestima. Al contrario de la novela anterior, que es dura y aristada
desde el inicio, aquí se narra con una cierta serenidad de estilo y de
expresión, más suave, como en sordina. Si en la anterior la pregunta era: ¿por
qué estoy sola? En esta es: ¿por qué me ha abandonado? Todo ello dentro de lo
cotidiano, no hay nada extraordinario, sólo pequeños sucesos. La caída
paulatina de Olga en el desorden culmina en una larga secuencia en que queda
encerrada en su casa con los niños, una secuencia prodigiosa que actúa como
catarsis y se erige en cima del relato; el resto es el antes y el después.
También aquí hay un autoanálisis obsesivo, un sufrimiento penitencial y un
camino hacia un reconocimiento. Ambas mujeres, Delia y Olga, desplazan su
problema hacia la madre o el marido hasta que se ven obligadas a enfrentarse a
sí mismas.
En la tercera
novela, La hija oscura, inédita en
España, Leda, también en la cuarentena, sola, separada del marido, sin hijas .
Se retira de vacaciones a un lugar playero y allí se fija en una familia
napolitana y especialmente en una muchacha joven y su hija pequeña. La autora
lleva a cabo una compleja descripción de Leda a través de su mirada a esa
familia y de cómo vienen los recuerdos a propósito de lo que ve. Porque Leda
tiene pendiente un ajuste de cuentas con su vida anterior, como hija, como
madre y como esposa, y poco a poco se va desvelando a sí misma, esta vez por
una lenta catarsis a la que no puede sustraerse, llena de justificaciones y
reproches.
Las tres novelas son
tres obras maestras de la representación de una vida interior. La calidad de
matices, la sugerencia y sutileza impecables, la formidable calidad de la
descripción y la valentía expresiva de la autora se vuelcan en sendos actos de
lucidez indeseada encarnada en tres personajes inolvidables.
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