Todo el mundo conoce
al Doctor Zhivago. Poco importa si es por el libro, por la
película o por su banda sonora; lo cierto es que Zhivago es un nombre que no le
resulta extraño a nadie. De hecho juraría que incluso la mayor parte de la
gente sabe que hay en esta gran novela una historia de amor. Lo que yo
desconocía, por ejemplo, es que la CIA se había implicado para poder meter de
contrabando en Rusia una novela que jamás hubiera sido publicada en ese país.
Al menos en ese momento. A fin de cuentas, ¿qué puede tener un libro que se ha
hecho más famoso por la historia de amor que por contener ideas revolucionarias
para ser el centro de una trama de espías? Lara Prescott, que comparte nombre
con la protagonista de la novela de Boris Pasternak, lo explica en su primera
novela utilizando para ello hasta cinco narradores de los cuales, e incluso
teniendo en cuenta el magnífico uso que hace de la primera persona, destaca la
voz colmena de las mecanógrafas de la CIA.
Hay que decir que la
novela es fácil de leer y complicada de explicar, ya que ha optado por cambiar
su foco de atención y establecer una suerte de paralelismo entre la historia de
las mecanógrafas y la de Pasternak y su amante Olga, pero tanto en lenguaje
como en formas busca lectores y curiosos que se acerquen a ella, por lo que uno
no tarda en cogerle el punto y seguir leyendo tranquilamente.
Prescott comienza la
novela entre titubeos, pero poco a poco se va haciendo con esta visión
totalmente feminista de un suceso desconocido para muchos lectores. Las
mecanógrafas reflejarán parte de su realidad, del mundo en el que se encuentran
sumergidas y también lo harán Irina y Sally descubriendo que el amor también
puede ser demoledor. Nos responderá a la duda de por qué un libro puede ser tan
importante, y esta es la parte que me ha resultado más interesante a mi. Frente
a un régimen que lo controlaba todo para que se adecuara a sus ideas sin
salirse un mm, la CIA empujaba a descubrir a través de la cultura, no solo la
literatura sino también la música, por ejemplo, lo que otros gobiernos
pretendían silenciar. Los libros abren mentes, dicen, y también mostrarían lo
que no se permite publicar abriendo así los ojos a muchas personas.