La creación
del mundo es un ciclo
narrativo que reúne seis libros, publicados entre 1937 y 1981, aunque uno de
ellos, por razones de censura política, debió esperar varios años a conocer la
circulación regular entre los lectores. El ciclo fue calificado por su autor
como «crónica, novela, memorial y testamento», lo que señala su difícil
reducción a una perspectiva simple. El título de cada uno de los libros se
corresponde con los días de la creación según el Génesis, y seguramente tiene
su origen en las Confesiones de san Agustín,
que sin duda fueron bien conocidas de Miguel Torga, pues en su diario alude a
ellas varias veces («Las Confesiones de
san Agustín. ¡Cuánta herejía lleva dentro ese doctor existencialista! Es que
los cimientos de su obra no están hechos de santidad, sino de experiencia»). El
caso es que, en sus Retractaciones, el
famoso obispo de Hipona alude a sus Confesiones diciendo:
«En los diez primeros libros, hablo de mí; en los tres restantes, hablo de la
Sagrada Escritura, desde el principio en que hizo Dios el cielo y la tierra
hasta su descanso en el séptimo día». Pero sea o no este el antecedente formal
del libro de Miguel Torga, su esquema presenta las jornadas sucesivas del
primer libro de la Biblia. Sería más difícil encontrar el correlato entre el
contenido de la actividad divina a lo largo de los diferentes días bíblicos y
el de la actividad del escritor en cada uno de los «días» de su narración, pero
el resultado viene a ser similar: la creación del hombre y, en el caso de
Torga, la de su propia persona y personaje, consecuencia de una experiencia
dramática a través de las reflexiones, acciones y sentimientos, y en su
relación con los escenarios y demás elementos de su aventura humana, lo que él
llama «la génesis progresiva en una conciencia de la realidad circunstancial».
Tal vez lo más
interesante de Torga sea esa independencia, que da originalidad a su voz
incluso cuando trata de asuntos, autores o tópicos comúnmente aceptados en el
momento en que escribía sus textos. Y tal vez esa independencia tenga mucho que
ver con su condición, una condición que pudiéramos llamar ajena, de procedencia
campesina, la de ese niño de aldea que nunca dejó de ver las cosas con
distancia y extrañeza, producto de cierta pureza originaria. Cuando se habla de
literatura «urbana», este hombre de origen rural que tanto practicó la medicina
y la poesía lejos de las metrópolis, puede ser una buena muestra de que la
buena literatura –otra cosa son las modas– no procede de un único ecosistema.
En cuanto al tema del sentimiento ibérico, hispánico, tan claramente apuntado
en el prólogo de La creación del mundo, en
este Diario aparece en muchas ocasiones.Valgan algunas
muestras: «Soy un hijo occidental de Iberia, y España siempre ha sido para mí
un motivo de orgullo». «¡Ah! ¡Unamuno! ¿Por qué has muerto? ¿Por qué no puedo
hablar contigo en este momento dramático del mundo, aquí, en esta Iberia
nuestra cargada de sol y de tristeza?».
Antonio: Viví en un pueblo (ahora es ciudad) y me eduqué en un colegio regentado por religiosos españoles. Lo digo porque me has hecho volver con tu entrada a esos lugares y tiempo. De verdad. Como para ciertos aspectos me considero un viejo, trataré de conseguirme algunos. Algunos me "suenan" como Lope de Vega, Fray Luis, también Sófocles con su Edipo Rey. Naturalmente siempre he conservado a Don Quijote, pero sus letras muy pequeñas las dejé de ver y he adquirido un ejemplar de los 400 años. Vieras cómo gozo. Con la pandemia estoy regalando mis libros. Los vecinos a los que he regalado se manifiestan muy agradecidos. Impongo condiciones pedagógica.
ResponderEliminarNo te dije que me entretuve con tu entrada. La referencia a San Agustín es muy cierta. No fue nada de santo y sí un hereje. Las palabras, como lo sabes son vivas y se modifican con el tiempo corto o largo. La palabra "herejía" significaba "opinión". O decir otra cosa. El aporte teológico a la iglesia le valió su tremendo reconocimiento, aunque ahora debiera ya superarse pues pesa mucho.
ResponderEliminarOjalá este bien. Hay que cuidarse.