Cerca del corazón salvaje es su primera novela.
Publicada en 1944, cuando su autora apenas contaba 23 años, sus páginas ya
enuncian los temas que nunca se desprenderían de su obra narrativa. La anécdota
tiene escaso relieve. Las peripecias de Juana, que transita de la incomprensión
de sus tíos adoptivos a la de un marido débil e inseguro, nos enseñan que la
incomunicación entre los seres humanos brota de la insuficiencia del lenguaje.
La palabra nunca podrá expresar el fondo último de las cosas, pero tan sólo en
ella encontraremos una redención parcial de nuestra naturaleza contingente y
una forma de aproximarnos a nuestros semejantes. Esta búsqueda de lo que nos
trasciende explica que las invocaciones de un Dios despersonalizado y fundido
con la materia, convivan con las referencias a la impotencia del lenguaje: “Yo
sólo sé usar palabras y las palabras son mentirosas”.
Aunque no se trata de un relato autobiográfico, el texto
recuerda a un diario, pero no a un diario de vivencias, sino de sensaciones. En
ese sentido, no es difícil advertir la proximidad con la escritura de Virginia
Woolf o Djuna Barnes. Organizado en forma de estampas, la narración avanza
hacia la desintegración, sometiendo al lenguaje a las torsiones de una sintaxis
deliberadamente caótica. La insatisfacción de sus personajes, incapaces de
romper su aislamiento, desemboca en una meditación sobre el ser de tintes
fenomenológicos. Lispector entiende que no hay que forzar las cosas mediante la
interpretación. Es suficiente que sean y se manifiesten. Las explicaciones
tienen un efecto destructivo. El descubrimiento de que “todo es uno” se perderá
si intentamos transformarlo en una teoría inteligible. Por eso, la felicidad
sólo puede llegar de la sensación, que responde al mundo pero sin explicarlo.
Cerca… introdujo en las letras brasileñas un
estilo narrativo muy alejado del colorismo de la novela regionalista. Frente al
relato comprometido y al interés por el folclore, Lispector utilizó los
recursos de la poesía y la filosofía para llevar a cabo un riguroso ejercicio
de introspección del mundo y de sí misma. Su indagación le reveló que la
necesidad de conocer era tan inevitable como la imposibilidad de satisfacer ese
impulso. Este hallazgo acaso sea la causa de que despoje a sus personajes de la
misma identidad que les había atribuido. En Cerca…, este procedimiento prescinde de su
carácter alusivo, recurriendo al pronombre (él, Ella) para referirse a Juana,
Lidia y Octavio, los tres vértices de un triángulo que simboliza las tensiones
entre lo femenino y lo masculino. Lispector no ofrece conclusiones. Sólo el
rigor de una escritura consciente de que el silencio es la última estación del
lenguaje.
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