«Señora de
rojo sobre fondo gris» es una elegía, un lamento, una reflexión sobre la
pérdida. José Sacristán le pone voz, gesto y lágrimas, también unos tragos de
alcohol y algunos valiums, a este monólogo sobre la muerte de la persona a la
que se ha amado siempre y agita las cenizas del recuerdo para repasar la vida
junto a ella y las fechas terribles de su enfermedad. Basado en la novela
homónima que Miguel Delibes escribió sobre el fallecimiento de su esposa,
Ángeles Castro, la obra nos habla sobre la naturaleza del amor, sobre la
necesidad, sobre la dimensión de la felicidad: «Su sola presencia –nos dice, en
frase que oyó a Julián Marías– aligeraba la pesadumbre de vivir».
La adaptación
de la obra incide fundamentalmente en la caída al vacío de ese pintor en crisis
incapaz ya de coger los pinceles y representar el mundo. El estudio en que se
ha convertido el escenario está teñido del gris de la nada, del plomo del
dolor. Una pregunta terrible se escapa de su boca, una pregunta que hace llevar
el melodrama a un punto interesante de complejidad: ¿El lamento es solo por
ella o porque sin ella él también ha muerto como creador? Sacristán bucea en
esa doble muerte en la que los ángeles no bajan y construye sobre las tablas la
confesión de un pulso herido, de un alma a la deriva porque ahora el tiempo es
una Furia que le roe las entrañas, incapaz de ser rectificado, incapaz de
volver a ser vivido. Todo ello a las puertas de una historia nueva, esto es,
mientras se derrumba el régimen de Franco en las caballerizas de El Pardo.
«Señora
de rojo sobre fondo gris», antítesis de «Cinco horas con Mario», habla también
de la posibilidad de la esperanza, de la búsqueda entre las ruinas de una moral
de la felicidad: «No te aturdas, déjate vivir», fue la frase que ella le dejó a
modo de testamento. También un verso de Ungaretti, extraído de su poema
«Agonía»: «No vivir del lamento / como un jilguero cegado
La poesía de Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) se ha
caracterizado, desde su primera publicación en 1974 -el poema “Áreas verdes” en
la revista Manuscritos-, por su vinculación con otras disciplinas;
en concreto con la lógica, las matemáticas y la psiquiatría. El propio Zurita
ha señalado en diversas ocasiones el origen científico de su escritura: una
genealogía matemática derivada de su formación como ingeniero civil. Su primer
libro Purgatorio (1979) incorpora, entre otros, teoremas,
series lógicas alteradas, fórmulas matemáticas combinadas con imágenes
poéticas, electroencefalogramas, un reporte psiquiátrico. El objetivo de este
ensayo es desentrañar estos recursos y mostrar la ya de por sí evidente unión
entre ciencia y arte.
Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950). Ha publicado los
siguientes libros de poesía: Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982), La
Vida Nueva (1994) -en donde se reúnen los poemarios El paraíso
está vacío (1984), Canto a su amor desaparecido (1985), El
amor de Chile (1987) y Cantos de los ríos que se aman (1993)-, Poemas
militantes (2000), INRI (2004), Los países
muertos (2006). En 1988 recibió el premio Pablo Neruda, en 2002 el
Premio Nacional de Literatura de su país y, recientemente, en 2006, el Premio
José Lezama Lima. Palabras clave: Raúl Zurita, Purgatorio, intertextualidad,
arte-ciencia, geometría no-euclidiana, multilinealidad, teorema, álgebra.
En 1562,
después de diversos aplazamientos, se ratificó en el Concilio de Trento la
existencia del Purgatorio. Este hecho que resuena significativo -ya que
lo revalidado subraya, en este caso, lo puesto en duda, lo
ilegítimo- es sólo una consecuencia de un amplio proceso que venía gestándose
desde los inicios de la era de Cristo: Clemente de Alejandría y Origen, dos de
los más altos exponentes del cristianismo en Grecia, reconcibieron en el siglo
III un fuego purificador capaz de redimir los pecados; una especie de infierno
temporal en el que el expiado podía ganarse el acceso al Cielo.Pasarían
dos siglos para que la referencia a ese fuego inteligente, mezcla
entre las tradiciones paganas-helénicas y exégesis diversas de la Biblia,
adquiriera un nombre: el purgatoriustemporarius pronunciado
por San Agustín [1]. Para la fecha de la ratificación del
Purgatorio en Trento, Dante ya había escrito La Divina Comedia (principios
del siglo XIV) propiciando un vasto imaginario no sólo para las artes, sino
para la cultura en general.
La portada de la primera edición de Purgatorio comienza
a delinear una respuesta. Es la imagen de una herida: Zurita, en oposición a
los crímenes infringidos por la dictadura, se quemó el rostro con un hierro
incandescente. Para el poeta chileno este acto significó, después de aquel
golpe tremendo, poner “la otra mejilla” a la usanza cristiana [4].
Y, al mismo tiempo, fue una forma de grabarse el propio país en el cuerpo. La
cicatriz, en contraste con sus facciones, fue el vehemente desierto de Atacama
contra las cordilleras y las llanuras: la geografía chilena tatuada en el
semblante. Desde este punto, Zurita enuncia: hay heridas abiertas;
heridas profundas que no responden a los tratamientos, a la progresión clínica.
Hablar desde el Purgatorio implica hablar desde un estado intermedio (entre la
muerte y el juicio último, por ejemplo), hablar para el futuro, para un
después-de-mí; pero también, enunciar desde un estado de dolor y purificación.
Una herida de estas dimensiones proyecta el comienzo del libro.
El relato de los hechos yuxtapone y alterna dos puntos de vista:
el del anciano Julián, que ha compensado sus padecimientos en el campo de
exterminio de Mauthausen colaborando durante años con una organización
destinada a buscar nazis desperdigados por el mundo, y el de la joven Sandra,
embarazada y solitaria, que pasa una temporada en la casita que le ha cedido su
hermana. El encuentro fortuito y la amistad subsiguiente entre Sandra y el
matrimonio noruego de los Christensen -en realidad, dos antiguos nazis
apaciblemente retirados en una lujosa urbanización- convierte a la muchacha en
el nexo entre el antiguo cazanazis y unos cuantos criminales supervivientes que
se ocultan, como otros jubilados extranjeros, en la población costera. Los
relatos en primera persona de Julián y Sandra no sólo permiten la
contraposición de perspectivas diferentes -aplicadas en varias ocasiones a un
mismo suceso-, sino que ayudan a subrayar una distancia generacional y marcar
hasta qué punto sus barreras pueden debilitarse ante determinadas
circunstancias.
Porque, por debajo del relato primario y de la historia de los
nazis supervivientes, Lo que esconde tu nombre contiene también una reflexión
sobre la vejez, sobre la maduración y la asunción de responsabilidades -es el
caso de Sandra- y también sobre el amor como un impulso que estalla al margen
de toda lógica. Lo otro, el espionaje a que Julián somete al grupo nazi, está
bien narrado, con una cuidadosa dosificación de informaciones, si bien recuerda
muchos modelos y estructuras narrativas bien conocidas, sobre todo del cine
negro norteamericano (incluso el hecho de que el hotel de Dianium tenga un
detective -p. 70- constituye un curioso fenómeno de importación).
Sustancialmente, sobre estas páginas gravita el recuerdo de la película de
Hitchcock Encadenados (Notorious, 1946), donde Devlin
(Cary Grant) lograba, como aquí Julián, que Alicia Huberman (Ingrid Bergman)
actuara como topo en el grupo de espías en que se había integrado.
Muchos ingredientes de
esta película y, en general, del cine de Hitchcock, como el juego con las
apariencias engañosas o las sospechas que se desvelan poco a poco, están presentes
en estas páginas, que no descuidan, sin embargo, lo esencial en el diseño de
los caracteres: la compleja relación entre Sandra y Julián -crecientemente
preocupado por su decadencia física-, con sentimientos ambiguos que los
distancian y aproximan al mismo tiempo, así como la dispar reacción de ambos
ante la irrupción de Alberto en sus vidas, proporcionan a la novela cierta
profundidad psicológica de que la historia exterior, por sí sola, carecería. Y,
por lo general, la prosa es funcional y correcta, aunque con alguna
construcción cacofónica (“la noté desmejorada, quizá demasiado delgada para
estar embarazada, pero era sólo una impresión de pasada”, p. 169), alguna
fórmula funcionarial (“a día de hoy”, p. 107) o alguna leve incongruencia (el
“director” del gimnasio [p. 248] o el coloquialismo “pasmarote” [p. 53] puesto
en boca de la noruega Karin).
La asombrosa
correspondencia pasional de quince grandes escritoras y las historias amorosas
que las inspiraron, por la ganadora del Premio Planeta. «Quiero escribirte esta
noche una carta de amor», escribe Katherine Mansfield al amante que más tarde
se convertiría en su marido. A través de sus cartas, inéditas hasta ahora en
español -al igual que muchas otras que recoge este libro-, su voz más íntima se
une a la de otras grandes escritoras que sintieron la urgencia de revelar lo
inconfesable, el poder del deseo, la insoportable incertidumbre, la
desesperación, el dolor de una pasión no correspondida o la inmensa felicidad
de amar y ser amado. La abadesa Eloísa de Argenteuil, ya en el siglo XII, se
enfrenta al Infierno por escuchar a su carne; Simone de Beauvoir se empeña en
destruir cualquier rastro burgués en el amor y en la vida; Ninon de Lenclos
rechaza todos los tópicos sobre el arrebato amoroso; la romántica George Sand
busca morder el amor hasta sangrar; la madre del feminismo, Mary
Wollstonecraft, está dispuesta a ceder todas sus libertades -e incluso a acabar
con su vida- si no consigue la entrega de su ser adorado; también la brillante
y talentosa Charlotte Brontë implora el afecto de un hombre casado y espera la
respuesta a sus cartas más que un mendigo un trozo de pan. Mientras María
Zambrano vuelca en las cartas a un amor de juventud su anhelo de matrimonio,
Marina Tsvietáieva busca en el amor sin límites la fuente de su inspiración
poética o Julie de Lespinasse es capaz de amar al mismo tiempo y con igual
intensidad a dos hombres, Emilia Pardo Bazán se revela con gran sensualidad y
sexualidad escribiendo a Galdós, y lucha por mantener en secreto su relación...
Ángeles Caso nos presenta estas cartas reveladoras y fascinantes, y nos cuenta
en las biografías de cada autora -una suerte de «micronovelas»- las historias
que les dieron origen: un mapa de la sensibilidad femenina a lo largo de la
Historia, una inspiración para escribir cartas de amor, y para amar -e incluso
para dejar un amor que nos destruye. Un libro para leer, releer y atesorar. La
crítica ha dicho...«Una inspiración para escribir, para amar, e incluso para
dejar un amor que nos destruye.»Semana «Ángeles Caso nos muestra la fragilidad
y vulnerabilidad del ser humano ante uno de sus mayores anhelos en la vida:
amar y ser amado. [...] Un libro conmovedor y hermoso que recuerda cómo el amor
es el misterio sobre el que el ser humano avanza en la vida en medio de luz,
penumbra u oscuridad.»Santiago Vargas, The Huffington Post «Un libro espléndido,
cartas de rendición, de entrega absoluta, [...] piezas literarias de altos
vuelos, literatura de la importante, de la que te salva.»Milena Busquets, El
Periódico «Una joya de colección.»Soleá Morente «Una más que sugerente
propuesta.»Carmen R. Santos, ABC«Los que todavía nos embriagamos con el olor de
los libros en papel, quedamos embelesados ante manuscritos de otros tiempos o
intentamos leer alguna postal o carta desgastada por el tiempo nos sentiremos
atraídos por este libro. [...] Leer este texto supone un viaje a través del
tiempo, gratificante y de gran placer para el lector; y una reflexión sobre la
humanidad y el amor.»Maria Antich, Diario de Mallorca «Acceder a los textos
íntimos de estas escritoras es un privilegio: cada una se muestra en el amor
como en su obra, con su estilo y su voz. [...] Un catálogo de relaciones, una
cronología universal de los amantes: profundamente enternecedor.»Aloma
Rodríguez, El Mundo (La Esfera de Papel) «Ángeles Caso presenta con una prosa
brillante a protagonistas rebeldes, luchadoras, sufridoras y geniales. [...]
Quince mujeres para un libro espléndido y necesario y de lectura gratificadora
y edificante.»Fulgencio Argüelles, El Comercio