Con una trama situada en el pueblo castellano de Candeleda, la
historia de Gabriele arranca con la pérdida de Greta, su madre, y la obligada
vuelta a esa localidad donde vive su padre, un ser extraño al que odia por un
"malentendido" que su fallecida madre intentará resolver desde el más
allá a través de unas cartas que ambos leerán los días posteriores a su
fallecimiento.
"Abordo las pérdidas y cómo nos transforman; esto es un
tema tabú, pero es uno de los momentos clave en la vida de una persona, porque
en ese momento es muy difícil mantener las capas de protección y nos volvemos
vulnerables, pero desde ese lugar también nacen cosas muy bonitas",
explica esta periodista que nació como escritora con "Reír al viento"
(2013).
Calificada por ella como "una novela para un buen chocolate
y mantita", Barneda ha conseguido construir un "thriller"
sentimental que no da tregua al lector porque en este "espacio de
intimidad" sus personajes transitan con ritmo pausado, pero seguro, con sus
miedos y excusas hasta descifrar esos malentendidos familiares que los han
atado durante toda su vida.
Lo hacen para conseguir tocar la felicidad y romper esos
silencios que arrastran como pesadas cadenas.
Porque el silencio es otro de los grandes protagonistas de esta
novela: "el silencio por no saber explicar los malos entendidos".
Pero también los "silencios por miedo a ser aceptados o a no querer
mostrase", como los que viven Ada y la Sole, otras de las protagonistas
sobre las que pivota esta historia en la que Barneda quiere demostrar que al
final el "amor puede más que la voluntad".
"Así es la vida y por eso una de las bases de la novela es
cómo puedes sentirte identificada con cada uno de los personajes. Está contada
desde esa ternura que te hace ponerte en su piel y entender que los errores se
pueden cometer por la falta de comunicación. Creo que todos nos podemos poner
en esa piel, pero no desde el juicio sino desde la compasión y la
comprensión", matiza.
Finalizada en marzo, justo cuando comenzó el confinamiento, la
periodista reconoce que pensó "¡madre mía!" al tratarse de una novela
en la que se vive el duelo, y donde las pérdidas son la clave, ese
"pegamento" que une a las familias. Pero también afirma que todo el
que acuda a estas páginas encontrará "esperanza"
Es un libro tierno, que
nos pone de manifiesto aquellas emociones con las que convivimos y son silenciadas.
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