Limones negros es quizá, de entre
todas las novelas ambientadas en Tánger que se han publicado en los últimos
meses, la mejor de todas ellas. Se ambienta en el Tánger actual. Javier
Valenzuela recupera para este libro al protagonista de su anterior novela Tangerina,
el profesor Sepúlveda, quien, junto a la capitán de la Guardia Civil Lola
Martín, se verá envuelto en una interesante trama de corrupción que une a ambas
orillas. Inteligentemente, nos sumerge en el turbio ambiente que se ha ido
generando con el negocio inmobiliario que se desarrolla en Tánger de manera
casi salvaje, pero además muestra una realidad vergonzosa que también es
actualidad y realidad del día a día de este nuevo Tánger: la prostitución
infantil y la presencia de niños en las calles que siguen drogándose con
pegamento. A eso añade las inversiones de los países árabes que traen con ellas
el salafismo, el cambio social que se está produciendo en la sociedad tangerina
y que se refleja en menos permisividad y más presencia en la vida cotidiana de
la religión, la censura imperante en la nueva moral, la hipocresía que todo
esto conlleva. Como toda novela negra que se precie, no es sino un reflejo y
una denuncia de la sociedad de este nuevo Tánger.
Limones negros además lleva al
lector por lugares del Tánger actual que no son los habituales de otras novelas
ambientas en la ciudad. Y, además, sabe introducir en la trama a personajes
reales y emblemáticos para cualquier tanyaui como es, por
ejemplo, la presencia del escritor Mohamed Chukri, a quien utiliza para guiar
al lector por algunas peculiaridades de esta ciudad mítica. Es, por tanto, una
novela con muchos vericuetos, pero todos ellos perfectamente trenzados.
Como buena novela negra
hay algunos personajes que se quedan grabados en la memoria: el profesor
Sepúlveda, por supuesto, pero también Adriana Vázquez, personaje esencial de la
novela, o Suleimán o esos otros más oscuros que nos recuerdan a los Blesa y
compañía…
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