La señora March es una mujer de mediana edad casada
con un escritor de éxito, George March, que acaba de publicar su última novela,
la cual está siendo un acontecimiento editorial. Pero el comentario de la
dependienta de un negocio del que ella es clienta habitual desata la neurosis
latente de la señora March: “Pero es la primera vez que se inspira en usted
para crear un personaje, ¿no?”, dice la dependienta. La señora March, entre
ofendida y estupefacta, acierta al fin a decir: “¿Pero la protagonista no es…
una prostituta?”, y añade: “¿Una prostituta con la que nadie quiere
acostarse?”. Y la dependienta remata la faena: “Bueno, sí, pero eso es parte de
su encanto…”.
A partir de este momento, la vida cotidiana de la
señora March se convierte en una pesadilla que se va instalando poco a poco en
sus emociones. Empieza a dudar de sí misma, de su marido y, sobre todo, de la
estabilidad y seguridad de su vida. Esta es la historia de una inseguridad que
se va comiendo paso a paso, inexorablemente, todo cuanto hasta entonces había
sido valioso para ella. Al construir al personaje en su día a día, la autora va
dejando caer, como las miguitas de pan de Pulgarcito, una serie de pequeños
acontecimientos y pensamientos cotidianos que, por una parte, van conduciendo
al lector hacia el fin de la historia y, por otra, muestran con intensidad un
caso de inseguridad obsesiva en una persona que nunca se ha planteado salir de
su mundo minúsculo, un mundo que, sin embargo, la agobia y la reduce a la nada
como una condena elegida, pero que ella no es capaz de comprender. La señora
March es una persona que no pinta nada en el mundo de su marido, que es
consciente de ello, de que no hay nada que la pueda integrar en él o, al menos,
concederle un lugar en el mismo más allá de la mera relación social. La señora
y el señor March son inexistentes como pareja y sólo la costumbre los mantiene
unidos. No es difícil darse cuenta del hilo tan fino que une ambas vidas y lo
sencillo de que la realidad lo corte. La señora March no tiene otro refugio que
su imaginación, que acaba por ser una enemiga.
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