Nacido en Etiopía, según su propio testimonio, hijo de
una esclava negra, muy niño llegó a Granada y a la casa del duque de Sessa,
sucesor del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. A pesar de su
condición, recibió el pequeño Juan una educación muy superior a su estatus, lo
que le permitió, llegado el momento, ingresar en la Universidad y recibir el
grado de bachiller en 1546. A partir de ese momento su dedicación a la docencia
fue permanente, regentando, primero, la cátedra de Gramática en el estudio
creado por el arzobispo Pedro Guerrero, que siempre le distinguió con su ayuda
y su amistad. Al quedar vacante en 1556 ese mismo puesto en la catedral, pasó a
ocuparlo, obteniendo el 31 de diciembre de ese mismo año la licenciatura y,
poco más tarde, el doctorado en Artes. Integrado en el claustro universitario,
iba a convertirse en una de las figuras más reputadas y destacadas en los
ámbitos cultos de la época.
Asiduo a la tertulia poética y literaria que congregaba
en su entorno Alonso de Granada Venegas, alcaide del Generalife, a la que
asistían Luis Barahona de Soto y Pedro Cáceres Espinosa, no era rara en ella la
presencia de Juan de la Cruz, con quien mantuvo Juan Latino estrecha relación,
así como también la tuvo con Diego Hurtado de Mendoza. Aunque la docencia ocupó
una parte importante en la actividad de Juan, al que ya se conoce con el
sobrenombre de Latino, resulta fundamental detenerse en su
faceta creadora como traductor y comentarista de clásicos grecolatinos, y como
autor de obras, alguna de ellas desgraciadamente desaparecida. Desde esta
vertiente son de destacar las dedicadas a Felipe II, al pontífice Pío V, a las
gestas de Juan de Austria en el poema Austriada, o a la
descripción del traslado de los cuerpos reales desde Granada al panteón de El
Escorial, escritas todas ellas en latín. Hombre del Renacimiento, conocedor
profundo de la lengua latina y de su cultura, impulsor del castellano, su
nombre traspasó las fronteras locales, como lo demuestran los elogios que le
fueron dedicados por Cervantes o Collado del Hierro, entre otros ingenios.
Casado con la bella y noble dama Ana de Carleval, de cuya
unión nacería su hija Juana, con motivo de su matrimonio el duque de Sessa lo
manumitió, otorgándole una generosa dote. La fecha de su muerte varía según las
fuentes consultadas, inclinándose los estudiosos de su biografía y de su obra
por situarla entre 1594 y 1597. Fue enterrado en la iglesia de Santa Ana, donde
descansarían también los restos de su esposa y de sus descendientes.
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