Las fieras tiene dos
tramas: por una parte, la vida de Miren narrada en una tercera persona
omnisciente; por otra, el monólogo de María Ortega, una mujer que, por motivos
que intuimos según avanza la novela, está obsesionada con Idoia López Riaño y
con las actividades de ETA y los GAL. El monólogo de María se complementa con la voz de la Tigresa y
la de Amadeo, policía nacional relacionado con los GAL. Clara Usón entrelaza
con sutileza y maestría las dos tramas, hasta que las une en un final magnífico
en el que despliega su gran inteligencia narrativa.
Las fieras es, sin duda,
una aportación importante a la literatura sobre los años ochenta en Euskadi y
el contexto sociohistórico en el que se cultivó la violencia. Destaca la
sensibilidad y agudeza con la que Usón construye el personaje de Miren,
adolescente atrapada en las dificultades propias de su edad (conflicto con los
padres, rebeldía, insatisfacción existencial, desarraigo), pero con añadidos
significativos: su padre, policía nacional vinculado a los GAL; el joven del que está enamorada,
emergente abogado de ETA; su mejor amiga, yonqui; el hermano de su mejor amiga,
etarra. Por el propio contexto que le ha tocado vivir, Miren tomará una
decisión terrible, imposible, que marcará el resto de su vida y la de su
familia. Clara Usón recrea, con el conocimiento que resulta de una exhaustiva
investigación y con una destreza narrativa envidiable, esa Euskadi turbulenta
en la que la violencia política permeaba las relaciones cotidianas. Nada que
reprochar a esta arquitectura narrativa impecable que sostiene todo el peso de
la novela y que consigue, además, lo único que debemos exigir de la ficción:
ensanchar nuestra imaginación y, con ello, nuestra comprensión y nuestro
conocimiento.
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