Eugene Schieffelin es rico, singular y aficionado a los pájaros.
Su hermana y su mujer, devotas amantes de Shakespeare. Sus amigos, miembros de
una Sociedad más desfasada que científica que sueña con llenar los cielos
neoyorquinos de pájaros europeos. Nueva York, una ciudad que aún no se parece a
ella misma, el escenario ideal para cualquier locura, por descabellada que sea.
En esta novela, ambientada en el Nueva York de la segunda mitad
del siglo XIX, Care Santos mezcla personajes reales tan extravagantes que
podrían ser imaginarios con seres imaginarios que merecerían ser reales para
construir una fábula sobre la condición humana, el poder del amor, el lastre de
la pérdida, la valentía de los pioneros y las consecuencias fatales que a veces
pueden tener nuestros actos más bienintencionados.
El
Nueva York de la segunda mitad del xix empieza a ser la ciudad de los
prodigios: en ebullición y atenta a todo lo que pasa en el mundo. Eugene
Schieffelin, miembro de una familia recién llegada a la ciudad que ha hecho
fortuna, se consagra a sus aficiones cultas y estrafalarias; una de las cuales
entusiasma a la gente acomodada, la ornitología. En su círculo hay una célebre
cronista social que se ha propuesto dar la vuelta al mundo, un inmigrante de
origen asturiano que quiere seguirla, además de un grupo de amantes de
Shakespeare, que se proponen introducir en América el estornino, sin sospechar
que un siglo y medio más tarde se convertirá en un problema de dimensiones
colosales.
Una
novela mágica y naturalista que sintoniza con la locura por los pájaros que ha
invadido todas las librerías de Occidente.
El origen de esta
novela está en la calle Catorce, esquina con la calle Broadway, en Nueva York.
Allí se encuentra la librería Strand, un lugar de peregrinaje obligado para
cualquier amante de los libros que pise la gran manzana. Allí compré un pequeño
volumen de tapas azules titulado How Shakespeare Changed Everything (Cómo
Shakespeare lo cambió todo), escrito por el periodista Stephen Marche. No
reparé al comprarlo que sobre el busto de Shakespeare que aparecía en la
cubierta posaba, orgulloso, un pequeño pájaro de plumaje negro moteado: un
estornino, claro. Al leer el libro tropecé por vez primera con la historia de
Eugene Schieffelin y su hermosa y catastrófica ocurrencia de introducir los
pájaros de Shakespeare en los Estados Unidos.
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