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viernes, 27 de junio de 2025

LAS ARMAS Y LAS LETRAS de Andrés Trapiello

 



Siempre pensé que nadie de mi familia había luchado en la Guerra Civil; hasta que una vez, yendo a ver el Puente de la Culebra con mi padre, viendo unos restos de unas posiciones nacionales que hay por allí, me dijo que una vez en los sesenta había estado en esa zona de la Casa de Campo con mi tío abuelo Pepe, y que emocionado le había enseñado las trincheras donde había estado un tiempo peleando. Así que no tengo mucho trauma sobre nuestra guerra; mi familia la pasó tranquila en Galicia y Portugal. Tampoco sé que haya habido monjas, curas o militares. Somos una familia rara. Así que me atrae la Guerra Civil por la fascinación de las guerras, como al Gervasio de Madera de héroe se me pone el pelo como a Limahl al oír una marcha militar.

Las armas y las letras es el mejor libro sobre la Guerra Civil que he leído, y también el mejor manual de literatura española. Se me escapó aquella primera edición de 1994, pero esta la he agarrado bien. Si el Diccionario de las vanguardias en España es el bombardeo de neutrones primigenio que me hizo girar la cabeza hacia mil artistas olvidados, el libro de Andrés Trapiello ordena todos esos neutrones en una narración por entregas, en la que la habilidad del autor es tal que por muy repulsivos que sean los actos cometidos por falangistas en Salamanca, artistas en Valencia, exiliados en París o extranjeros en Madrid, lo primero que haces al acabar cada capítulo es ir a Iberlibro a buscar los casi siempre desaparecidos libros de los protagonistas. Aunque sigan editándose hasta la náusea libros-disparo a un lado y otro del campo de batalla creo que es ahora cuando mejores textos sobre aquella época están apareciendo, como el espectacular documental y libro El honor de las injurias, justo del autor de la magnífica portada de Las armas y las letrasCarlos García-Alix.

Trapiello te arrolla con la multitud de historietas sobre el comportamiento de los escritores por toda España notándosele, como debe ser, sus preferencias por UnamunoJuan Ramón JiménezMachado o Azaña (menuda alineación elige el listillo) y también sus rechazos, donde Cela, Alberti o Picasso se llevan unas buenas y merecidas andanadas. Todo ese cariño hace que los capítulos de sus preferidos sean los más emocionantes, y aunque todo el mundo se sepa de memoria (memoria cambiante según la persona, por supuesto, que estamos en el tema favorito de los españoles o, al menos, de los intelectuales) la mítica bronca entre Unamuno y Millán-Astray en Salamanca, el texto es irresistible. Al igual que el melancólico y cinematográfico final de Antonio Machado y el viaje de dos días en coche desde Burgos de Manuel para velar a su hermano y a su madre. Esos capítulos y el último de Azaña deberían ser libros de texto




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