Darío
Fernández Flórez alcanzó el éxito con su novela realista Lola, espejo oscuro(1950).
En ella se relatan las andanzas de Dolores Vélez, una prostituta cuya
existencia degradada sirve de pretexto para describir críticamente el Madrid de
la posguerra. La misma Dolores Vélez cuenta en forma de memorias
autobiográficas las sombrías vicisitudes de su existencia, que la han llevado
desde un sombrío orfanato a una lujosa casa de citas.
La carrera picaresca de Dolores Vélez, o más sencillamente Lola,
no se presenta como objeto de una investigación psicológica, sino como pretexto
para efectuar un estudio ambiental. En efecto, pueden perfectamente
considerarse como protagonistas de la novela ciertos estratos de la burguesía
madrileña. De este modo, Lola es el "espejo oscuro" en el cual se
refleja la vanidad, el cinismo, el vacío moral y el hedonismo irresponsable de
los distintos responsables que la frecuentan y gozan de sus favores pagándolos.
Fernández Flórez dedica en la novela una atención especial a una
galería de retratos un tanto estilizados: Perico, el holgazán carente de ideas
y metas; Juan, fantasioso y narcisista, sin consistencia interior; Ricardo, el
oficial que condensa de una forma casi paradójica los defectos de la casta
militar; "El Espichao", figura mezquina y lastimosa, y muchos otros
individuos nada recomendables de la buena sociedad de la capital. Todos ellos
son los representantes de una categoría social que ha obtenido la mejor parte
en la contienda civil pero que se demuestra vacía y vulgar; y es precisamente
una prostituta quien juzga, con un profundo desprecio, el mundo que la margina
a una condición de embrutecimiento.
En esto consiste el significado ético y trascendente que Darío
Fernández Flórez atribuye a su narración, utilizando, incluso, pasajes de las
Sagradas Escrituras. Lola representa el "espejo oscuro" al que alude
San Pablo en una epístola a los Corintios (I, 13, 12), y que, en el turbio
mundo sensual que rodea sus aventuras, permite revelar el humillante
significado de la comercialización del amor. La narración de la degradación de
Lola no es el objetivo que Fernández Flórez persigue; sí lo es, en cambio, el
turbio reflejo de una ruina moral más amplia y generalizada.
No he leído el libro, pero sí pude ver la película con un acierto interpretativo de Emrna Penella. Pendiente de leer. Un beso
ResponderEliminar