Acerca de la primera y
única edición, hasta este momento, de Celia en la revolución dice Andrés
Trapiello en su prólogo: «lo que sucedió con (este) libro fue misteriosísimo,
un caso único. Apenas publicado, desapareció de las librerías y únicamente en
el mercado de viejo ha ido apareciendo desde entonces, con cuentagotas, algún
que otro ejemplar, siempre a precios fabulosos, de todo punto infrecuentes en
un libro reciente, lo que habla de su carácter excepcional». Libro por tanto,
buscado, rebuscado y perseguido por lectores y coleccionistas de la serie de
Celia pero que también, por su calidad, su calidez, su emoción y su justeza
histórica y humana, libro que puede cautivar, que cautivará a cualquier lector
exigente de literatura y no precisamente infantil. Novela sobre la guerra
civil, escrita poco después del fin de la guerra, en 1943, no hay en ella lugar
para la distorsión ni la idealización de lo vivido. Estas páginas no solo nos
cuentan la vida difícil y llena de peripecias de una adolescente Celia en un
Madrid sitiado, entre la supervivencia y la revolución, son también una suerte
de crónica autobiográfica de la propia Elena Fortún. Elena Fortún (Madrid,
1886-1952). Creadora de las célebres novelas de Celia, el personaje infantil
más emblemático de la literatura española, comenzó a publicar las aventuras de
esta niña madrileña que quería ser escritora el año 1928 en el suplemento
infantil Gente Menuda. A través de sus vivencias y las de los otros
protagonistas de la saga (Cuchifritín, Matonkikí, Patita y Mila) Elena Fortún
construyó una fiel crónica de los años más convulsos del siglo XX español con
la visión extraordinaria y fiel de unos personajes que, como su creadora, nunca
terminaron de adaptarse al mundo moderno.
La lectura es un acto de soledad, una forma de vivir con uno mismo, de conocerse y de relacionarse con las otras personas y con el mundo.
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sábado, 25 de junio de 2016
sábado, 18 de junio de 2016
QUERELLE DE BREST de Jean Genet
Querelle de Brest fue publicada por primera vez en
el año 1947 con un tiraje limitado y acompañado por una serie de 29
ilustraciones del siempre polifacético Jean Cocteau. Tanto el libro como las
ilustraciones se editaron de forma anónima, por temor a las inevitables
reacciones que pudieran suscitarse entre sus lectores. La obra no volvería a
publicarse hasta el año 1953, y sólo lo haría tras pasar por una severa censura,
de la que ya no se libraría hasta varias décadas después. En el 1956, aquella
primera edición de la obra de Genet de casi diez años antes le valió un juicio
en el que se le acusaba de inmoralidad y se le amenazaba con el presidio y con
la imposición de una multa. A pesar de todo, Genet no volvió a ser ingresado en
prisión, y jamás pagó la multa.
Leer a Genet tiene algo de experiencia
mística. En él, mediante una suerte de solemnidad religiosa, lo más infame se
transfigura en bello, lo más brutal deviene poesía. Esta transformación, este
paso, aparentemente contradictorio, de lo terrenal a lo puro, es lo que
convierte su obra en una suerte de liturgia. Genet forjó una mitología
personal, un universo propio que mantendría a lo largo de su vida y su obra,
lleno de símbolos e imágenes de un culto muy particular.
Pero si su maestría no tiene límites, tampoco
parece tenerlos su inmoralidad: para él, el robo y el asesinato son hermosos,
la dominación ejerce sobre todos un efecto fascinador, y la traición deviene la
virtud suprema, la única capaz de purificar nuestras almas. El caso, no
obstante, es que nosotros mismos, embriagados por su prosa, llegamos a creer
también que, en el universo que abre Genet ante nuestros ojos (universo nuevo,
incitante, que nada tiene que ver con el que conocíamos), estos actos no sólo
son legítimos, sino incluso bellos.
Puede entenderse fácilmente,
atendiendo a la fuerza arrolladora de su poesía, la reacción que la obra de
Genet ocasionó en su tiempo. Querelle, acaso su libro más
explícito, fue un duro golpe para la sobria y austera moral de la posguerra.
Aún hoy, resulta difícil hacer una lectura moralmente objetiva de sus libros, y
no siempre recordamos que la perversión y la brutalidad que en ellos aparece no
dejan de ser una licencia poética del autor, no muy lejana por cierto de
aquellas que Baudelaire o Lautréamont se tomaron en su momento. La exigencia,
impuesta siempre por una lectura de tales características, de dejar de lado
todo prejuicio moral para ceñirse a lo puramente estético, puede convertirse en
el caso de Genet en un arduo ejercicio si no se parte de cierta predisposición
a ello. Y, a pesar de todo, no podemos dejar de sentir como su prosa, llena de
metáforas e imágenes, nos va envolviendo a medida que nos adentramos en la
lectura, embriagándonos, purificándonos de lo abyecto de cuanto se narra: he
aquí, precisamente, la grandeza de Genet.
sábado, 11 de junio de 2016
LO QUE ESCONDEN SUS OJOS de Nieves Herrero
Una noche otoñal de 1940, la alta sociedad se divierte en una
brillante fiesta en el hotel Ritz de Madrid. Hace más de un año que ha
terminado la guerra y aristócratas y nuevos jerarcas del régimen ansían
distraerse y lucir sus mejores galas, ajenos a las penurias del resto de los
españoles. Una mujer destaca por encima de todas: alta, rubia y con un vestido
de su modisto y amigo Balenciaga, su belleza no tiene rival; es Sonsoles de
Icaza, esposa del marqués de Llanzol. De pronto, su mirada se cruza con la del
hombre del momento: el flamante nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Ramón
Serrano Súñer. Ambos destacan como faros entre la multitud que les rodea y su
irresistible atracción será, desde ese momento, inevitable. Lo que escondían
sus ojos encierra el secreto mejor guardado por la alta sociedad española. Hoy
sus protagonistas vuelven a cobrar vida de forma novelada gracias a Nieves
Herrero, una escritora capaz de adentrarse como nadie en el alma y la ambición
de un hombre y una mujer, y que no podía permitir que el paso del tiempo los
olvidara para siempre. Nieves Herrero es natural de Madrid. Periodista por la
Universidad Complutense, abogada por la Universidad Europea y máster en
Criminología por la Universidad Camilo José Cela, lleva treinta años ejerciendo
su profesión en prensa, radio y televisión compaginándola con su vocación
docente en la universidad.
Hace más de un año que ha
terminado la guerra y aristócratas y nuevos jerarcas del régimen ansían
distraerse y lucir sus mejores galas, ajenos a las penurias del resto de los
españoles. Una mujer destaca por encima de todas:
alta, rubia y con un vestido de su modisto y amigo Balenciaga, su belleza no
tiene rival; es Sonsoles de Icaza,
esposa del marqués de Llanzol. De
pronto, su mirada se cruza con la del hombre del momento, el flamante nuevo
ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco. Fruto de
esta relación nació una niña, Carmen Díez de Rivera,figura
de enorme trascendencia 30 años después durante la Transición. Aunque su padre
nunca la reconoció legalmente, el escándalo fue tal que le apartó del
Gobierno para siempre y
ambas familias ocultaron el asunto como si nunca hubiera existido.
sábado, 4 de junio de 2016
EL AZAR DE LA MUJER RUBIA de Manuel Vicent
La mujer rubia es Carmen Díez de Rivera, la musa de la Transición, pero el
protagonista real de esta novela a caballo entre la ficción y la Historia es
Adolfo Suárez, un héroe romántico como ha comentado Manuel Vicent. El punto de
arranque del texto es esa imagen del Rey y Suárez caminando por el jardín de la
casa del expresidente del Gobierno, el día en que el monarca le impuso el
Toisón de Oro. Suárez está perdido en el bosque lácteo, dice metafóricamente
Vicent, y empiezan a surgir como espectros personajes de su biografía.
Vicent se detiene en el momento crucial del encuentro entre Díez de Rivera
y Suárez, cuando este era director general de RTVE, aún en vida de Franco. Él
era un político ambicioso, sin demasiados principios, que una vez en el poder
asumiría de forma impecable su papel de hacedor de la democracia. Ella era una
mujer con una historia que daría para un par de culebrones: había nacido fruto
de la relación extramatrimonial entre la marquesa de Llanzol y Ramón Serrano
Súñer, pero ella no conoció esa circunstancia hasta que, siendo aún muy joven,
se enamoró de un hijo del cuñadísimo. Cuando ya iban a anunciar en su parroquia
las amonestaciones para la boda entre ambos, ella supo que no podía casarse
porque su novio era en realidad su medio hermano.
A partir de ahí, depresión, paso por un convento, años de cooperante en
África... y luego trabajó con el filósofo Zubiri y tareas de enlace con todos
los políticos aperturistas del franquismo y con casi todos los líderes de la
oposición democrática.
Por el libro pasan Carrillo y Fraga (este, maravillosamente retratado),
Tierno Galván y Felipe González, el Rey y Gutiérrez Mellado, el 23-F y los
conspiradores que dinamitaron la UCD. Todo ello, escrito con el estilo a veces
barroco, a veces caricaturista, siempre brillante de Vicent. La Transición como
tema literario está de moda
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