La situación parte de un
esquema clásico: un matrimonio lleva una vida feliz y armoniosa hasta que el
marido descubre fortuitamente que la esposa ha tenido una aventura, cuyo
alcance ignora, con su socio y amigo. A raíz de este descubrimiento, la relación
se va deteriorando a pasos agigantados, mientras el marido se debate
obsesivamente ante el dilema que se plantea: ¿qué podría soportar mejor: la
comunión espiritual entre la mujer y el intruso, o la lujuria desencadenada,
que podría ser tan sólo un «capricho de la carne»? «¿Dúo o duelo?»: así rezaba
la faja publicitaria de la edición francesa original de este libro. Colette,
feminista avant la lettre y sin alardes extraliterarios, muestra con
extraordinaria agudeza psicológica el contraste entre la actitud de la mujer
–un personaje adulto, desculpabilizado– y la puerilidad moral del marido. El
conflicto sucede en una casa de campo, con la verja como testigo y la gente del
pueblecito como telón de fondo; gente que husmea y que adivina las más secretas
verdades de los «señores», obligados a fingir absoluta normalidad a causa de la
sacrosanta obligación de guardar las apariencias, mientras se desencadena una
tormenta en sus vidas
Las feministas de pelo en pecho
creen tener en Colette a su mentora, ya que era libertina y bisexual, capaz de
componer su propio orden de cosas, juguetona de la moral y juguetona con los
animales, a los que amaba como a una de sus extremidades. Si se la lee sin
detenimiento, se convierte uno en seguidor ideológico. Pero no es así cuando se
la mira a la cara. Su bisexualidad no fue más que una máscara, una huida. En
“Lo puro y lo impuro” habla de las relaciones lésbicas que ella misma practicó,
pero las describe como una salida para las mujeres que huyen de los hombres, un
recurso para provocar celos, para acabar siempre volviendo a ellos, de ahí que
censure su libertinaje.
Propongo “Dúo”, una novela sobre
la incomunicación y la cobardía en la relación amorosa. La mujer no da
trascendencia a aquella aventura que tuvo, no significó nada, absolutamente
nada, un ligero recuerdo, vago, sin peso. Por eso, la cataloga como “tontería”,
mientras el marido le responde, “¿tontería?, ¡ignominia!”. He aquí el escalón
del entendimiento
No lei Nunca lei...pero me gusta como describes Lo que tú lees
ResponderEliminarun abrazo desde Miami