Hay lecturas que nos acompañan toda la vida como un fantasma, un
confidente o un amigo. Hay otras que se pierden muy pronto en un limbo de
palabras sin sentido o que terminamos por olvidar, incluso que las hayamos
leído al cabo de un tiempo. Las primeras –las que persisten-, lo hacen porque
nos enseñan cosas importantes, nos descubren apoyos nuevos para andar por la
vida, nos proporcionan asideros hasta entonces desconocidos, a los que
agarrarnos en las curvas. Sin duda, son ésas las que valen o merecen la pena. Y
como casi todo lo importante también con ellas sufrimos porque nos afectan o
nos vemos inmersos en esa trama que no manejamos nosotros sino el autor y nos
vemos abocados a seguir leyendo porque nos incumbe de una manera casi mágica lo
que ahí pasa. Es la trama de la vida, de nuestra vida al fin y al cabo.
“Tormenta de verano” pertenece sin duda a esa estirpe de
novelas. Su autor, Juan García Hortelano, fue un escritor realista.
Estrictamente realista. Llegó a afirmar incluso que a la literatura se le mete
demasiada metafísica por el culo. Yo asiento. Si literatura es reflejar una
realidad desde una perspectiva nueva, él sin duda es un maestro. Un maestro de
“hacer ver”.
Comienza con
una situación muy dramática; una joven aparece muerta, desnuda, en la playa de
una urbanización de alto copete. El shock provocado por la aparición llevará a
Javier, el protagonista del libro, a una contínua introspección y a una
revisión de su escala de valores. La novela transcurre lenta, plácidamente,
mostrando el entresijo de las relaciones de las parejas que veranean en la
urbanización. El transfondo del crimen aporta una tensión subyacente leve, pero
omnipresente, casi hiperrealista. La resolución del mismo hará que Javier
encuentre la calma y que el orden establecido, aunque pleno de hipocresía,
vuelva a reinar.
Una novela
interesante, escrita con
sagacidad. La excusa de la representación emocional nos permite observar, de
trasfondo, los enredos y desenredos de los protagonistas de las altas finanzas
de los sesenta. Aunque me gustaron más sus cuentos, se deja leer.
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